• Long way home

    A pesar de que en la jornada de ayer ya nos quitamos parte del viaje, desde Chamonix hasta Valence; hoy todavía nos quedaba el gran cacho por delante y por eso, hemos salido bien pronto por la mañana, y yo me he puesto a los mandos de la nave.

    En algunas partes del viaje me ha tocado conducir con los dos acompañantes dormidos, pero con la buena música es fácil concentrarse en la conducción.

    Nos han tocado sendos atascos, uno a la altura de Montpellier, de una media hora, y otro ya dentro de España, en Gerona, de casi una hora de duración.

    Por suerte, tras dejar a Nuria en Barcelona, un par de atascos más (por obras) y hemos llegado a Zaragoza más o menos a la hora prevista.

    Estamos cansados pero siempre es bueno un regreso a casa con la cima en el zurrón. Así pues me despido hasta la próxima aventura, a finales de agosto, con esta canción-epílogo. Hammock This is not Enough

    PD: en Zaragoza me estaba esperando esta pizza especial diseñada por la pizzeria Diavola, a los que les pedí que hicieran una pizza con nombre de Monte Bianco, tras conseguir la cima. Un viaje para los sentidos.

    DieQuito

  • Genéve y karting en Valence

    Esta mañana nos hemos levantado temprano porque tocaba recoger el campamento… de hecho, nos ha llevado un par de horas habilitar la furgoneta para el viaje, plegar el armario Camper, recoger la tienda, el toldo… etc. Pero a las 10:00 ya estábamos en el coche rumbo a Genéve.

    Ginebra es una de las ciudades suizas más famosas y nos venía prácticamente de camino, así que hemos estado casi 3 horas en el país helvético. La ciudad en sí puede calificarse como anodina, aunque el Jet d’Eau, en su puerto fluvial, impresiona por su altura.

    Después hemos ido al casco antiguo, en donde se encuentra la catedral Saint Pierre de Genéve, y que tiene casas y calles con encanto que me recuerdan a la zona del Sacre Coeur de París y por eso he calificado a esta ciudad como “el París de los Alpes” para las risas de Nuria y Marcos.

    Lo que sí me ha gustado muchísimo es el homenaje a Buzz Aldrin y a los 50 años del Apolo 11 que había en una tienda de Omega, la marca del reloj que llevaron los moonwalkers del programa de la NASA sobre la superficie lunar en todas las misiones.

    Después hemos seguido con la ruta prevista hasta Valence, donde pasaremos la noche para continuar mañana. Después de hacer el check-in, nos hemos ido al circuito indoor de karts de Valence para volver a librar una epic battle, y hoy ha ganado Marcos por 156 milésimas… en algún piano o curva he perdido la vuelta rápida. Habrá venganza pronto ; )

    Después del karting, nada mejor que una canción del Wipeout: X-Project

    Ahora toca un capitulo de Stranger Things antes de dormir. ¡Se está poniendo muy interesante esta temporada!

    DieQuito

  • Escalando en Le Petit Gailland

    A media mañana hemos cogido el material de escalada en roca, que habíamos metido en la furgoneta por si la ascensión salía bien a la primera, y nos hemos acercado hasta Le Petit Gailland. Una pared de unos 100 metros de longitud situada a la entrada de Chamonix.

    Tiene un montón de vías bien equipadas y de distinto grado, aunque no está tan bien señalizado como en La Gruviera, a la que fuimos en 2017 después del Gran Paradiso.

    Yo todavía estoy algo cansado del Mont Blanc así que he subido un par de rutas más por aburrimiento que por ganas. Debería retomar en serio la escalada en roca… porque es como los idiomas. Si la dejas, se pierde todo lo ganado bien pronto. Unos franceses estaban empecinados con sacarse una vía 7a, y se han pegado casi 2 horas turnándose hasta que finalmente uno de ellos lo ha conseguido.

    Por la tarde, hemos vuelto a ir a Chamonix a hacer la últimas compras. Hoy es nuestra última noche aquí y mañana emprenderemos el regreso, visitando Ginebra y durmiendo en Valence, como al regresar del Cervino en 2017. Marcos quiere una revancha a los karts… pero yo practiqué recientemente en Samper de Calanda. Volverá a tragar humo.

    La canción de hoy es Lemonade de Braids

    DieQuito

  • De paseo por Chamonix

    Con los deberes hechos, ya se puede disfrutar del ambiente de Chamonix sin la presión de la cima pendiente. Hoy por la tarde nos hemos ido a Chamonix a hacer algunas compras y de paso nos hemos hecho la foto de rigor, la de la fuente… que ya nos hicimos en 2016 con Raúl, Alejandro y David.

    Y es que lo cierto es que es una ciudad con encanto, enclavada en medio de un valle arbolado y con unas vistas del Mont Blanc de excepción. Tiene una preciosa asociación de montañeros, terrazas con encanto e incluso tiendas de marcas tan potentes como Moncler.

    Y respecto al físico, pues estamos algo cansados pero las 10 horas durmiendo nos han servido de recuperación. Me duelen algo las piernas pero en dos días estaré como nuevo. Lo más importante es que hemos cumplido con el plazo previsto y que ahora tenemos un par de días de asueto.

    En la canción de hoy os dejo una que a Marcos le encanta escuchar cuando vamos a la montaña. Yo no soy muy de músicas en castellano, pero hoy Marquitos se lo merece por compañero de cordada. Bebe Respirar

    DieQuito

  • Reseña: Mont Blanc por la ruta de los Cuatromiles

    Hoy ha sido uno de los días en los que he vivido más intensamente la montaña, para lo bueno y para lo malo, con miedos, emoción, euforia, adrenalina, felicidad, frío helador, ráfagas de viento, escalando seracs, couloirs de hielo, adaptándome a lo que venía con un solo objetivo, coronar de nuevo el Mont Blanc. Y es que este viejo conocido nos ha puesto a prueba de verdad, aun cuando la climatología nos ha acompañado durante casi toda la aventura.

    Para leer este artículo os recomiendo que os pongáis de fondo esta canción de Laurent Garnier, que le viene como anillo al dedo por su autor, francés, su comienzo pausado, la improvisación del saxofonista y el clímax final. The Man with the Red Face

    Ayer llegamos a les Cosmiques a mediodía, con bastante hambre y somnolientos por llevar en altura 4 horas (en la Aiguille du Midi), así que comimos una deliciosa sopa con queso y una tortilla, y nos acostamos en nuestras literas y dormimos, lo cual es raro en mí a esas altitudes (3613m), pero fue lo único que dormí, porque después de cenar cuscus y pollo guisado, ya no concilié el sueño de nuevo. Supongo que los nervios influyen más que la escasa aclimatación en este caso. Al menos, pude disfrutar de un precioso atardecer con mar de nubes.

    Pero después, cuando oscureció, a comer techo como viene siendo habitual, hasta que llega la hora en la que todos los montañeros comienzan a prepararse, vestirse y a ultimar la mochila. Hemos bajado a desayunar a la 1:00 am y puntuales nos han servido té, zumo de manzana, muesli y tostadas con nutella y mermelada. Yo estaba hambriento, así que a pesar de la hora intempestiva, me lo he terminado todo.

    A partir de aquí voy a utilizar el presente, para transmitir mejor las sensaciones de la ascensión.

    Son la 1:30 am y salimos del refugio. Con puntualidad británica, descendemos 150 metros hasta la Valee Blanche mientras la luna creciente nos ilumina con su fulgor tenue. Reina la calma y únicamente las luces de Les Cosmiques y de la Aiguille du Midi desentonan en la escena. Nos estamos adentrando en el reino blanco y tenemos por delante más de 10 kms de zona inhabitada, hasta el refugio no vigilado de Vallot, que podría servirnos de cobijo en el caso de que algo saliera de forma inesperada. Todos caminamos en silencio, con el objetivo de la cima en nuestras mentes, aunque somos conscientes de que queda todo por hacer.

    Y claro, la montaña es cambiante, ¡qué narices!, la vida en sí es cambiante. Y tras llevar una hora de caminata, nos topamos con que el paso para superar el primer serac, que ya habíamos practicado tres días atrás, ha cambiado y ya no es posible subir por ahí. Así que nos encaramamos a otra cuerda fija, a la derecha, y clavamos el piolet y crampones, para escalar 2-3 metros de nieve dura. En mi caso me resbalo en la primera intentona, pero una vez quitado el guante, me agarro bien a la cuerda y  puedo subir sin problemas.

    Superado este paso, seguimos avanzando por las empinadas laderas de Tacul, en las que subes 200 metros en media hora sin ir a un gran ritmo. Miras hacia abajo y eres consciente de que semejantes pendientes, de noche, con nieve dura, no son una buena superficie para autodetenerse con el piolet. Lo dejas estar y enfocas hacia arriba con tu frontal, obcecado.

    Cerca de los 4000 metros nos encontramos con otro serac, esta vez con un tramo de escalada aún más largo, aunque con algunos escalones tallados. La caída en caso de fallo quita el hipo, pero de nuevo sigues firme. Nadie dijo que sería fácil.

    Por fin, a las 3:50 llegamos al collado de Tacul, 4100 metros. La noche es ya más negra que el azabache porque la Luna se ha escondido en el horizonte, pero por el momento no hace nada de viento y se agradece. Comemos y bebemos algo, y nos duelen las manos de estar apenas un minuto sin las manoplas. Comenzamos el descenso sin más preámbulos, y bajamos hasta algo menos de 4000 metros para acercarnos llaneando hasta el imponente Mont Maudit. Su silueta se intuye recortada por el firmamento lleno de estrellas y hacia arriba podemos ver los frontales de los más avezados, ascendiendo por su ladera, conformando la cola de un cometa. Empieza lo serio.

    Al poco de adentrarte en el Mont Maudit te das cuenta de que los que decían que era bastante empinado, se quedaban cortos. Y de hecho, el primer serac ya te obliga a hacer un paso horizontal muy expuesto seguido de una salida a la ladera, sin cuerda fija ni ninguna reunión. Aún así, ese paso es sencillo para lo que está por venir.

    Sobre las 5:00 am llegamos al segundo serac del Mont Maudit, un glaciar-couloir de 45 grados de inclinación y algo más de 70 metros de longitud. Es el único camino posible. Una vez en la grieta previa, aseguro a Marcos con un nudo dinámico y accede a la placa helada por el lado derecho, por un tramo expuesto sobre una caída interminable. Es un momento crítico. El problema se agrava poco después y es que ahora Marcos está sobre una placa de hielo duro donde no puede clavar el piolet de ninguna manera; en otras palabras, no me asegura en absoluto y me toca subir con fe. Por suerte, lo cruzó sin contratiempos y empieza a clarear con fuerza, sin embargo la alegría va a durar poco. De repente, nos vemos en el glaciar del Mont Maudit, donde el hielo es azul… duro como un diamante y sin rastro de la cuerda fija de la que hablaban en las reseñas. Para avanzar tenemos que clavar el piolet con todas nuestras fuerzas, y la punta de los crampones… lo que hace que nuestros gemelos nos duelan muchísimo y hay que ir cambiando la pierna de apoyo constantemente. Y pensad  que es una pendiente de 45 grados de inclinación… Avanzamos en diagonal, poco a poco, pero las vibraciones de mis agitados golpes de piolet hacen que se me salten los bastones que llevaba en la mochila para el descenso, perdiéndolos de forma irremediable. Y para más inri, empiezan a caer cascotes de hielo, que tira la pareja de milaneses con los que compartimos mesa ayer, y que está como unos 10 metros más arriba. Ayer hablando de las copas de Europa del Milán y de sí San Siro debe o no ser derribado y ahora aquí, colgados en medio de nada. No es su culpa, ellos golpean el glaciar con los crampones y piolet porque no pueden hacer otra cosa, necesitan que sus hierros penetren en el hielo para dar los pasos lo más seguro posible, y eso hace que salten pedazos. Cuatro granizos me golpean en el casco, con gran estruendo, y aun sin saber su tamaño, por un momento pienso en lo delicado que es este preciso instante. Se me pasa por la cabeza la posibilidad, no remota, de que un trozo grande me golpee y me desequilibre, sin estar asegurado a nada y cogido con pinzas al hielo… Miro hacia abajo y veo que hay unas 10 personas cubriéndose como pueden de los desprendimientos, ellos al menos están sobre la nieve, antes del serac. Más allá veo la caída interminable, un billete de viaje express a Chamonix, solo de ida y para dos, porque Marcos va unido a mí. En ese lapso de tiempo paso mucho miedo… Casi me paralizo. Levanto la cabeza y diviso, unos 5 metros por encima de Marcos, la cuerda fija, semi enterrada en el hielo. Eso puede ser el todo o nada. Al menos con un nudo de anclaje estaremos a salvo de una caída sin nos cae un trozo de hielo. Le grito con exasperación. “¡La cuerda fija, Marcos!” Él, por lo visto, ya la tiene fichada, así que me responde con rabia: “ya la he visto, estoy tratando de llegar, joder!” Como veis, la tensión esta a flor de piel.

    Por fin, Marcos se ancla a la línea de vida, nunca mejor dicho, y por ende, yo también estoy asegurado. Todo el souffle se rebaja notoriamente, aunque nos quedan unos 60 metros de ascenso a 45 grados sobre hielo durísimo. No hay tiempo para pensar mucho. Empezamos a subir con firmeza y para mi sorpresa, los crampones y piolet agarran bastante bien, mucho mejor al parecer cuando estás anclado a una cuerda fija (jaja). Ahora en serio, me doy cuenta de que es un ascenso «ni bueno ni terrible» como diría Dyatlov. 10 minutos después damos alcance a un tramo mixto en el que las rocas tienen buenos asideros, y en el que me olvido de quitar el nudo de anclaje del tramo anterior de cuerda fija; esto me obliga a colocarme en una posición dolorosa, al borde del calambre en la pierna derecha, hasta que por fin consigo soltar el mosquetón. Seguimos avanzando y detrás de las rocas ya por fin se ve un último tramo, ahora con nieve dura sobre el hielo, en el que termina la cuerda fija, pero en el que ya te sientes mucho más seguro. 10 metros faltan para llegar al borde del Mont Maudit: 4350 metros. Marcos ha llegado, yo acelero el paso. Quiero estar al fin, seguro del todo. Cuando le doy alcance, veo directamente, todavía lejana, la cima del Mont Blanc y me asomo para observar el couloir y tomar esta fotografía.

    Couloir de Mont Maudit

    Sin demora, nos ponemos a caminar por el paso lateral. La ladera trasera del Mont Maudit es empinada y expuesta, pero después de lo que hemos sufrido en el couloir, parece pan comido. Nuestros pies nos duelen, en la zona de los dedos, por el frío del glaciar, así que apretamos el paso. Caminando y moviendo los dedos, los pies entran en calor, por experiencia. Además, está saliendo el sol. Descendemos un tramo corto hasta el Coll de Brenva, 4300 metros, y nos plantamos ante el último merengue: una colina redonda, 500 metros nos separan de la cima.

    Las fuerzas ya van justas, sin embargo, sabemos que no quedan pasos complicados, se puede saborear ya la cumbre. Pero justo en ese momento de felicidad efímera, se desata un viento racheado muy fuerte, que nos quita las ganas que tenemos de detenernos a comer y beber agua. Empezamos a subir una pendiente fortísima con nieve dura, bastante helada, pero con escalones, este si es el último paso arriesgado del ascenso. Recordad que estamos haciendo una circular y que no hay que volver sobre nuestros pasos

    4500m. 6:30 h. El viento es muy molesto, sobre todo el sonido silbante, y Marcos, que es el más fuerte de los dos, comienza a sufrir de mal de altura. Yo me encuentro enérgico y le doy ánimos: el típico intercambio de roles. Además, no queda otra que subir a la cima para poder bajar, porque no tenemos una cuerda suficientemente larga para rapelar el couloir del Maudit; en otras palabras, el descenso se hace por la ruta de Gouter sí o sí, lo cual es una sensación extraña porque no te puedes volver sin la cima… Avanzamos de forma penosa, por la nieve pisada, y nos cuesta casi 2 horas cubrir los últimos 300 metros de desnivel, haciendo zetas. Adelantamos a una pareja que anda también sufriendo de soroche, le pregunto al chico arrodillado si está bien y me responde levantando el pulgar. Estamos todos al límite y este viento nos está robando la energía, así que me paro y le digo a Marcos «espera, que voy a hacer algo que necesito». Me quito las cuerdas y la mochila, y saco el plumas de Millet. Guardo el plumas de Quechua, de 35 euros, que ha hecho un papelón hasta aquí. Me da miedo que una ráfaga de viento se me lleve el plumas bueno o algo de la mochila: llevamos el saco de dormir, ropa de cambio, incluso el cepillo de dientes (no volver a pasar por el refugio es lo que tiene). Cuando me pongo el plumas gordo… ¡vaya cambio! Incluso mis piernas congeladas entran en calor. Seguimos avanzando y a cada montonera de nieve buscamos la cima con la mirada, rozando el paroxismo… pero siempre hay otra montonera más allá. Interminable.

    4810m. 8:13 h. Finalmente, Marcos ve a varias personas quietas e incrédulo, se da cuenta de que ya no hay más montaña por ascender. Se gira y levanta los brazos con cansancio, en señal de victoria, y se deja caer sobre las rodillas. El viento es fortísimo… de hasta 60 kms/h, y por eso es una cima insípida y nerviosa. Al agotamiento se suma el frío, el viento, y la certeza de que hay que descender 2500 metros de desnivel todavía… Hacemos la foto de rigor y comenzamos el descenso. En total, no hemos estado en la cima ni 5 minutos.

    El descenso lo hacemos con lentitud por la afilada arista somital de la ruta normal, pero Marcos necesita bajar metros para encontrarse mejor, así que es mejor ir cubriendo metros cuesta abajo. El viento racheado nos hace temer que nos pueda desequilibrar, pero no llega a tal extremo. Nos vamos cruzando a varios montañeros que van rumbo a la cima por la normal, y a uno le hundo la vida porque me pregunta acerca de cuánto queda para coronar y le respondo «Less than one hour» y se sorprende/indigna muchísimo… y me responde: “one hour?! Come on! And after that, comeback…” debía de pensar que le quedaban 5 minutos el hombre.

    El próximo paso son la Arista des Bosses, que son algo comprometidas, aunque después de todo lo que hemos venido superando, nos parecen una chorrada. Todo es relativo, dicen.

    Minutos después llegamos al refugio no vigilado de Vallot, en donde nos sentamos un poco a descansar, beber agua, comer algo y ponernos protector solar. Marcos insiste en seguir bajando… y es que el mal de altura cuando te coge, no te deja en paz. Lo bueno es que ya no hay ni rastro de ese viento que nos ha amargado la cumbre. Como no hace buena cara, le hago caso y me levanto para seguir caminando.

    Refugio de Vallot

    Subimos el Dome de Gouter y vemos por fin el refugio homónimo, unos 200 metros más abajo. Me duelen mucho las piernas y la espalda… porque el peso de la mochila roza los 20 kilos, pero ya solo queda sendero hasta Gouter. Nada complicado. Una vez en el refugio (3800m), nos pedimos una sopa caliente y recargamos pilas durante una hora. Aún quedan 1500 metros de desnivel hasta Nido de Águilas y no podemos ni con las pestañas. Descubrimos, al abrir la mochila, que las botellas de agua se han congelado… Primera vez que me pasa. El principal sospechoso es ese viento helador de la parte alta.

    A continuación, toca el destrepe de siergas desde Gouter hasta Tete Rousse, pasando por la temida Bolera, que nos espera haciendo de las suyas, tirándoles piedras a unos rusos. Y por fin, ya solo tenemos por delante un sendero hasta Nido de Águilas, donde llega el tren cremallera. Mis rodillas están bastante cargadas pero no queda otra que seguir bajando, con inercia, pensando en ducha, cena y cama. 15 horas hace ya que partimos del Refugio des Cosmiques.

    En el tren cremallera Marcos se queda dormido. El trayecto dura 1 hora hasta San Gervais, y ahí cogemos otro tren hasta Les Bossons, el barrio de nuestro camping, donde Nuria nos espera con unas cervezas bien frías. Hay que celebrar que hemos subido el Mont Blanc en el Día Nacional de Francia, antes de acostarse.

    Hora de dormir.

    DieQuito

  • Refuge des Cosmiques

    Comenzaré con un poco de historia. El refugio de Cosmiques debe su nombre a que, en su origen, este edificio tenía otro cometido. Su construcción fue impulsada en la década de los 20 por el físico francés Louis Leprince-Ringuet para el estudio de los rayos cósmicos. Hoy el edificio, completamente renovado, da abrigo a casi 150 personas; la mayoría va a tratar de subir el Mont Blanc por los cuatromiles esta noche.

    Nosotros hemos subido con el teleférico de la Aiguille du Midi hasta 3700 metros y tras estar unas horas allí, dando un paseo por edificio y disfrutando de un café, hemos descendido de nuevo por la arista de Les Cosmiques y, tras recorrer el Valee Blanche, hemos subido unas pendientes hasta el refugio en el que vamos a pasar la noche. Poco menos de 1 hora de trayecto; me gusta porque así hemos ahorrado fuerzas para lo que viene.

    Nada más llegar hemos comido una rica sopa con queso y croutons, y hemos empezado a beber agua como locos para prevenir el mal de altura. A continuación, nos hemos subido a nuestros camustres a echarnos una siesta; y la buena noticia es que lo hemos conseguido. No suelo dormir a estas altitudes pero he podido echar dos cabezadas y Marcos también.

    Ahora estamos a punto de cenar y ya tenemos todo preparado para partir esta noche rumbo hacia la cima. Vamos a tratar de dormir unas horas y a las 1:00 am de la madrugada sonará la alarma para desayunar y empezar a ascender.

    Hoy os dejo un corte más movido; para ir entrando en canción: Nuclear de Mike Oldfield

    Pronto tendréis noticias nuestras.

    DieQuito

  • Mer de Glace

    No hay calentamiento global, claro

    Hoy tocaba de nuevo día de ejercicio, aunque no en exceso, y por eso hemos decidido ir al glaciar de la Mar de Glace, al que se accede con un tren cremallera y luego con un leve paseo y una ferrata.

    Antes de nada hemos tenido que cambiar de emplazamiento, así que hemos comenzado la mañana movidita. Después nos hemos llevado la furgoneta hasta el aparcamiento de la estación y hemos subido hasta cota 2000. Hoy no puede decirse que sirva como aclimatación pero como dice Marcos, al menos nos hemos movido algo.

    Nada más llegar, y en menos de 1 km, comienzas un descenso por escaleras colgadas en la pared que te enciende pero bien. Hemos ido asegurando, porque Marcos sabe que soy “riesgo cero”, aunque sé que eso no existe. De todas formas, en escaleras tan aéreas siempre habría que asegurarse, al menos en ensamble, porque un vahído o desmayo, sería fatal.

    Tras estos pasos, que nos han llevado casi 1 hora, hemos llegado al glaciar, que parecía una nevera. Desde el suelo se podía notar cómo subía un aire helador y pronto han sido necesarios los crampones para no perder el equilibrio. El hielo de miles de años es compacto, consistente y duro como el acero.

    Hemos seguido avanzando hasta una zona que me recordaba mucho al planeta de Miller en Interstellar; seguro que Nolan se inspiró en lugares como este y una vez allí incluso hemos practicado la escalada en hielo.

    Tampoco hemos podido estar mucho tiempo porque hoy había que levantar el nuevo cuartel, y además preparar la mochila, que mañana Marcos y yo subimos a Les Cósmiques, para atacar la cima del Mont Blanc en la madrugada del sábado al domingo.

    Y como no podía ser de otra manera, la canción de hoy la saco de la película de Nolan: Detach

    DieQuito

  • Día ordinario

    Tras haber aclimatado ayer hoy ha sido un día para recargar fuerzas en el camping, poner lavadoras, ordenar la furgoneta y dormitar. Ya por fin, cuando apretaba el hambre, hemos decidido mover e ir a comer a Chamonix.

    Le he preguntado a mi amigo Santi Hernández por un restaurante que me recomendó en su momento; en 2016, y que ya no recordaba. Él me ha dicho que era la mejor fondue savoyarde que recuerda: el restaurante en cuestión se llamaba La Potiniere.

    Lo cierto es que la fondue la siguen haciendo buenísima, no sé si igual que en el año 1999 pero al menos para chuparse los dedos.

    Después hemos ido a comprar al Super U de nuevo, esta vez con tiempo, y hemos vuelto al camping a seguir relajados. Mañana iremos a la Mar de Glace, volveremos a ganar altura, si el tiempo acompaña.

    Me quedo con esta canción para el día de hoy: Hard Sun de Eddie Vedder

    DieQuito

  • Empezamos la aclimatación

    Tras haber recuperado las fuerzas en el día de ayer, que lo pasamos al completo en el camping, hoy ha llegado el momento de ponerse las pilas y hemos madrugado para ir al Tacul. Sin embargo, no hemos madrugado lo suficiente porque aunque a las 8:30 estábamos en las taquillas del teleférico de le Aiguille Du Midi… no hemos podido subir a él hasta pasado el mediodía. Esto ya ha fastidiado por completo nuestros planes de subir el Tacul, pero no los de aclimatar.

    Tras alcanzar la Aiguille du Midi con el teleférico, nos hemos calzado los crampones para bajar por la imponente arista de Les Cósmiques. Aquí ya respirábamos a más de 3700m, así que nuestros cuerpos han comenzado a habituarse a la altitud.

    Hemos bajado a la Valeé Blanche, en donde hemos comido la pizza que nos sobró anoche a los pies del refugio de Les Cósmiques, donde dormiremos el sábado antes de poner rumbo a la cima del Mont Blanc, y hemos puesto rumbo a las laderas del Tacul, en donde queríamos examinar un paso comprometido en una grieta. Y menos mal, porque ha sido bastante peliagudo y en la madrugada del domingo tendremos que cruzarlo de noche…

    En estos lugares inhóspitos no hay nada como las canciones oníricas Marillion and the Positive Light: Estonia

    Después, lo hemos bajado rapelando y hemos regresado a la Aiguille du Midi porque el tiempo apremiaba ya que en teoría el último teleférico bajaba a las 17:00. Sin embargo, al llegar nos han comunicado que hasta las 19:30 podíamos esperar. Así que hemos seguido aclimatando.

    El problema ha venido luego, cuando hemos ido al Super U a comprar algo de víveres. Hemos entrado en el supermercado a las 8 menos 5, y cerraban a las 8. Solo teníamos que coger algunas cosas concretas y hemos supuesto que nos darían algo de cuartelillo para pagar… sin embargo a las 20:00 nos han pedido que abandonáramos el local… que ya era la hora. Hemos ido a la caja pero nos faltaba el agua mineral por coger, ¡y no nos dejaban! Alucinante… al final una señora se ha apiadado de nosotros y nos ha acercado unas botellas que tenía a mano, pero vaya modales y qué poca humanidad…

    Magret de canard, paciencia y a dormir, que a una que yo me sé le duele la cabeza del mal de altura.

    DieQuito

  • Campo base

    Al final, como lo planeado nunca sal pie de la letra. Salimos más tarde y llegamos más pronto. Marcos condujo hasta Beziers mientras yo hacía las veces de copiloto somnoliento aunque despierto. Después de esa parada, en la que llenamos el tanque, y con un sueño hasta los pies cogí yo el coche, bebida energética mediante. Núria dormía.

    Alrededor de 3 horas más tarde, Marcos se despertó. Yo hacia como un rato que estaba más concentrado en mantenerme despierto que en conducir: moviendo la cabeza al ritmo de la música, mordisqueándome los pellejos de los dedos y buceando en recuerdos agradables. Sonaba Strange Pleasures de Still Corners.

    Empezó a clarear levemente. Núria dormía.

    Con el alba, pasamos al tiempo verbal en presente. Por fin Marcos me ha dado el relevo y como el cuerpo le pedía café, hemos parado a desayunar en un área de servicio. Núria dormía.

    Después de eso, ni siquiera la cafeína me ha impedido pegar varias cabezadas llegando a Chamonix, lugar al que hemos llegado a las 8:30 de la mañana. Núria dormía (sí, la envidia me corroe porque yo no duermo en los medios de transporte)

    Instalar el camping siempre es un fastidio, sobre todo cuando llevas semejante cansancio encima, pero ha sido incluso peor porque después de levantar el campamento, nos han comunicado que ha habido un error y que solo podremos estar en esta parcela hasta el viernes. Gracias…

    Hemos dado un paseo buscando otros posibles emplazamiento, hemos leído un rato y hemos mirado con el catalejo hacia el glaciar del Mont Blanc.

    A mediodía hemos comido un plato de pasta y nos hemos cobrado la siesta que teníamos más que ganada por la paliza. Ha llovido un rato a media tarde, e incluso hemos puesto en duda ir a Chamonix, pero luego ha escampado y hemos cogido el autobús hasta el centro.

    No había mucho ambiente en las calles; quizás por la hora (20:30) o quizás por ser entresemana. En cualquier caso, al menos hemos cenado en nuestra pizzería preferida, la Paradisio.

    Y con esto a dormir, que mañana queremos subir a 4000m para comenzar la aclimatación.

    DieQuito