• Chisinau (día 3)

    La capital de Moldavia es sorprendentemente pequeña ya que tiene una población similar a Zaragoza. Quizás por ello, le faltan atractivos turísticos y hemos dejado la visita de la ciudad para el último día.

    Nuestra visita ha comenzado en la plaza central de Chisinau, avanzando hacia las barriadas del sudeste. Los edificios de Chisinau emergen en la neblina con su temple bolchevique. Algunos de ellos semejan estar abandonados. De vez en cuando debes cruzar la calle por unos túneles subterráneos repletos de tiendas de baratillo.

    Después hemos cogido un trolebús y hemos regresado al centro para visitar el Lago Valea Morilor, en los que una bandada de patos nos ha recibido con su habitual alegría. Las escaleras de mármol que descienden hasta el parque tienen unas dimensiones soviéticas (aviso para navegantes).

    Después ya hemos decidido ir a comer, a Le Placinte, un restaurante típico, con sabor regional y muy económico.

    Ya no hemos tenido tiempo para más, y como siempre se queda algo pendiente de visitar, no hemos ido al Memorial complex Eternity, con los característicos murales soviéticos. Una lástima, pero también un motivo para regresar a esta ciudad.

    En el aeropuerto hemos comprado abundante vino moldavo, para poder seguir disfrutando de sus caldos en España.

    El vuelo ha transcurrido sin contratiempos, aunque el viaje en coche de regreso a Zaragoza se nos está haciendo interminable. Quedan tan solo 25 kilómetros por delante y nos llevamos un buen sabor de boca de Moldavia. País con buena gastronomía, precios muy competitivos, aunque con ciertas carencias en lo que a atracciones turísticas se refiere, siendo honestos. Imprescindible visitar alguna de sus mastodónticas bodegas, y la Opera, y también la anomalía geográfica de Transnistria. Quizás volvamos por aquí antes de lo pensado, de camino a Ucrania, aprovechando estas tarifas aéreas de derribo. El tiempo lo dirá.

    DieQuito

  • Milestii Mici y La Traviata (Día 2)

    El vino es uno de los grandes atractivos de esta nación y a primera hora de la mañana nos hemos ido hasta la bodega Milestii Mici, que está catalogada en el Libro Guiness de los Récords como la colección de botellas más grande del mundo.

    El motivo por el cual esto es así es porque Moldavia y Georgia eran los únicos productores vinícolas de la Unión Soviética y tenían que ser la reserva bodeguera de toda la madre Rusia. En Milestii Mici te recibe un trenecito en el que te adentras en el corazón de la colina, y llegas a estar a 100 metros bajo tierra. En sus confines te encontrarás con galerías repletas de nichos colmados de botellas de vinos con más de tres décadas de antigüedad. Además, tiene pasadizos secretos, cascadas interiores y un restaurante en el que se realiza la cata de vinos y la comida de unos aperitivos o un menú, a petición del consumidor. Un violinista ameniza la comida.

    En esta visita hemos conocido a Jaume y Julia, y hemos pasado el resto del día juntos. Hemos regresado juntos a Chisinau y tras comentarles que teníamos entradas para la Ópera han decidido adquirir también localidades y acudir a ver La Traviata.

    Después hemos ido juntos a cenar al restaurante A Casa le Mama, en el que hemos degustado unas deliciosas tiras de grasa ahumada, placintes de todos los tipos y colores, sarmales, mititei y un par de jarras de vino tinto de la región. Un lugar muy recomendable y con música popular en directo, para amenizar el ambiente.

    Para terminar, hemos ido al Mojito, un local de moda con iglús de techo transparente en el que estaban tomando una copa unos alcañizanos que habíamos conocido en el vuelo. Allí, muy cerca del futurista edificio de Presidencia, hemos dado la noche por terminada.

    Las calles de Chisinau, completamente envueltas en la soledad más absoluta, y eso que no es que haga una temperatura especialmente baja.

    Ya en el hotel, toca recuperar fuerzas para aprovechar al máximo el último día en Moldavia.

    Diequito

  • Transnistria: el último refugio del leninismo (día 1)

    Moldavia es el país más pobre de Europa según el Fondo Monetario Internacional y te das cuenta de ello en cuanto callejeas por el centro de su capital. Sus mercados callejeros parecen anclados en los años 80 del siglo pasado. Está mañana hemos visto su mercado de quesos y huevos antes de coger el autobús hacia Transnistria.

    Transnistria y es una franja de territorio longitudinal que separa Ucrania de Moldavia y que el Sheriff de Tiráspol, su equipo de fútbol puso definitivamente en el mapa cuando se llevó los tres puntos en el Bernabéu.

    El viaje hasta Transnistria se hace corto, porque contemplas su ocre paisaje, sus tractores y vehículos desvencijados y sus colinas boscosas.

    En la frontera simplemente debes presentar el pasaporte para que te registren. Te suelen dar un papel en el que queda certificado que puedes pasar hasta 12 horas en el país, lo que viene siendo una visa de tránsito.

    Al llegar a Tiráspol, el Sheriff lo bautiza todo: gasolineras, supermercados, estadio de fútbol. Es curioso como esta empresa monopoliza las fuentes de ingresos en este rincón comunista en el que se respira el ambiente de la antigua Unión Soviética.

    Lo primero que debes hacer es cambiar algo de dinero porque ellos tienen su propia moneda, diferente a la de Moldavia. Una vez hecho esto, toca ir a visitar la ciudad.

    Nuestro paseo desde la estación ha sido muy tranquilo, y hemos recorrido su calle principal, en donde se encuentran los edificios oficiales con la Estatua de Lenin, el tanque en el memorial de la guerra y un mercadillo navideño que se mantiene firme ante el escenario de restricciones que se presenta en Europa. Allí hemos devorado unas frigarui (brochetas de pollo y cerdo) con un delicioso glühwein (vino caliente) tan característicos de los países fríos de Europa.

    Después hemos ido hasta la ribera del río Dnieper, que vivió tiempos mejores porque está ahora muy descuidada. Pronto ha empezado a atardecer, y eran tan solo las 15:40 de la tarde, así que hemos regresado a la estación y hemos cogido el bus hacia Chisinau.

    Ya por la noche hemos ido a cenar al restaurante Salcioara, muy tradicional y con la comida deliciosa: muy recomendables sus Mititei y sus costillas de cerdo. Después de cenar hemos ido a la Plaza Maria Adunari para ver las luces navideñas del Arco del triunfo, justo enfrente del edificio del Gobierno, y hemos ido a un sitio llamado Vatra Neamului, en donde hemos quedado con los dos catalanes que conocimos anoche. Hemos bebido abundante cerveza local y hemos podido disfrutar de la música popular moldava y de sus particulares bailoteos.

    Estamos cansados, después de haber dormido anoche solo 5 horas porque a las 9 estábamos en pie, toca recargar fuerzas que mañana va a ser un día muy interesante.

    DieQuito

  • Despegamos hacia Moldavia (Día 0)

    He tenido clase esta mañana y me ha tocado teletrabajar sobre el asfalto de la A-2 rumbo a Barcelona, pero hemos llegado con mucho tiempo de sobra a la capital condal e incluso nos ha dado tiempo de tomarnos un vino con mi Borja y Jess antes de ir al aeropuerto.

    En la propia terminal ya hemos conocido a muchos españoles que han decidido pasar el puente de la Constitución en Moldavia, atraídos sin duda alguna por los atractivos precios que WizzAir ofrece para esta ruta.

    Aunque el vuelo ha salido con algo de retraso, hemos aterrizado a la hora prevista en el aeropuerto internacional de Chisinau y nos han intentado timar a hora puntual, pidiéndonos fortunas por el viaje en taxi hasta la capital moldava. Por suerte, nos hemos aliado con una pareja de barceloneses y hemos compartido gastos.

    Ya estamos en el hotel Prestige, un sitio muy céntrico de decoración kitsch e ínfulas de pasados mejores. Las calles de Chisinau estaban desiertas a las 3:30 de la madrugada a pesar de ser fin de semana. Aceras desechas, candiles en lugar de farolas y edificios atizados por el paso de las décadas. Ahora toca descansar que tenemos por delante tres días muy intensos.

    DieQuito