Eran las 2:30 de la madrugada cuando abandonábamos el calor del hotel de Gouter. Le llamo hotel porque refugio es una palabra que yo relaciono con austeridad y Gouter no es precisamente austero, en especial por el precio de sus productos: una botella de agua cuesta 6 euros, un plato de pasta 15… y así todo.
La noche nos abrazó con frío pero sin nada de viento, una noche de postal, con estrellas en el cielo y mar de nubes por debajo de nuestros pasos. En mi cordada, ambos estábamos enfermos: Marcos con gripazo y yo con resfriado y moqueando de forma constante. La cordada de Raúl, Alejandro y David tenía la suerte de estar sana. Salimos de los primeros, solo por detrás de un argentino al que adelantamos muy temprano. Enlazamos una serie de aristas sencillas hasta llegar al pie del Dome de Gouter y su interminable pendiente. Al llegar a la parte superior del Dome divisamos en la lejanía dos tormentas eléctricas con constantes relámpagos: una a la izquierda del Mont Blanc, y otra a la derecha, aunque estaban francamente lejos porque ni siquiera se escuchaban los truenos.
Alcanzamos el refugio libre del Vallot sobre las 5 de la mañana y comimos un poco para coger con fuerza los últimos 450 metros de ascensión. Es una cabaña llena de inmundicia (la gente es muy cerda) que ha salvado vidas cuando se ha producido un repentino cambio de meteorología. A partir de ahí, la ruta se torna algo delicada. No es un pico difícil el Mont Blanc, aunque si peligroso, y por ejemplo en la Arista des Bosses un resbalón te lleva directamente al abismo y a ver quién es el maestro que consigue autodetenerse en pendientes de hielo casi verticales.
Al superar esta arista, cerca de los 4600 metros, ha comenzado a amanecer y un fogonazo naranja ha teñido la estampa de un ambiente mágico. La gran mole de se ha puesto a brillar en tonos celestes y la cima parecía ya esperarnos.
Un par de aristas largas después hemos alcanzado el paso más difícil de la ascensión, una trepada de hielo de unos 3 metros equipada con un par de cuerdas fijas. El problema de este paso es que bajo esa pequeña pared de hielo se abre una grieta sin fondo, así que es importante no caerse.
Cuando pasas ese tramo ya sientes el magnetismo de la cumbre, pero te queda todavía casi 1 hora de camino porque el Mont Blanc tiene cuatro antecimas, enlazadas en una arista somital, que se me ha asemejado igual de peligrosa que arista de les Bosses.
Marcos y yo hemos hollado la cima en torno a las 7 y 20 de la mañana y la segunda cordada solo unos 10 minutos después. Ha sido un momento de felicidad general, aunque hemos coincidido todos en que la cima es bastante insulsa. Al menos, las vistas han sido espectaculares: Chamonix al fondo del valle, la Aiguille du Midi, el Cervino…
El descenso ha sido tranquilo, con pasos seguros especialmente en las aristas ya mencionadas. Hemos llegado a Gouter a las 9 y media de la mañana y tras descansar un par de horas hemos puesto rumbo a Nido de Águilas.
Ha sido una sensación extraña. Estás en el refugio, contento con la cima, pero eres consciente de que todavía tienes que destrepar unos 400 metros y pasar la temida bolera (un paso en el que caen rocas de forma constante), que al final me ha parecido una chorrada (quizás estuviera más tranquila que de costumbre). Desde allí y una vez pasado el refugio de Tete Rouge solo quedan unos 1000 metros de desnivel que se cubren sin mayor dificultad por senderos pedregosos. Es lo único que se me ha hecho largo… esa bajada, porque tras haber subido 1500 ayer y ascender anoche otros 1000 a la cima del Mont Blanc, hemos bajado 2500 casi del tirón.
Fin de la historia. Mont Blanc… gracias por respetarnos. Siempre te llevaremos en nuestros recuerdos.
DieQuito
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