Comencemos antes de nada por la noche de ayer. Llegamos al Felix Club y en la puerta nos pidieron 100 dirhams por cabeza. Los pagamos y al entrar nos encontramos con un local en el que no había ni un alma. Los sillones, la luz, la decoración… todo era bastante acertado, pero sin embargo faltaba algo esencial, la gente. Nos sentimos estafados habiendo pagado 10 euros por entrar allí, y nos acercamos a pedir la consumición a la barra.
Tras un largo rato de espera, como más de una hora, incluso en el que yo acabé durmiéndome en uno de los sofás, la cosa se empezó a animar y la gente hizo acto de presencia, por goteo al principio y de forma más numerosa hacia la 1 y media de la mañana. El local seguía estando medio vacío, pero la pista tenía movimiento. Yo me animé a bailar dancehall y algo de pop en árabe. Incluso bailé con una simpática chica llamada Kawtar.
Sin embargo, a las 3 nos fuimos de allí porque la noche no daba para más, estábamos exhaustos y al día siguiente nos esperaba un largo viaje hasta Casablanca.
———————————————
Por la mañana hemos disfrutado de un copioso aunque poco sabroso desayuno en el Riad antes de ir a la estación. Hay que tener en cuenta que teníamos por delante 4 horas de tren hasta Casablanca, y que no se puede conseguir comida más allá de frutos secos en el convoy.
El viaje se ha hecho interminable y hasta las 3 de la tarde no hemos llegado a nuestro destino. Casablanca es una ciudad moderna y fiestera, una mezcla de Málaga y Marbella, con más de tres millones de habitantes y en la que abundan los coches caros y la vida nocturna.
El apartamento estaba decente, esta vez sí y no como en Rabat. Una vivienda con muchas habitaciones, limpia, y con un cuarto de baño decente. Después de dejar las maletas nos hemos ido al zoco de Casablanca, a seguir regateando con comerciantes marroquíes. Estamos hechos unos consumistas.
Para ver el atardecer, que se disfruta de cara al mar en esta ciudad de Marruecos, hemos escogido el Umayya, un fumadero de shisha para la gente rica de Casablanca situado muy cerca del faro. El nivel del lugar es alto, igual de alto que el montante final de la dolorosa, pero bueno, hemos saboreado unos buenos Oportos y unos Cosmopolitan, además de una shisha de manzana-menta.
Antes de regresar al apartamento hemos ido a cenar a la Sqala, otro restaurante impresionante situado en un antiguo fuerte pirata y en el que he comido un pescado recién pescado y un postre alucinante hecho con leche condensada.
Ahora estamos en el apartamento, en el turno de las duchas, antes de salir a por la noche de Casablanca. Dicen que los sábados se lía una buena en el V-Club.
DieQuito
Pingback: De regreso por Casablanca (día 1) – Historias de Diequito /