Rompiendo el amanecer hemos surcado las aguas del río Ganges. Llegar al embarcadero nada más levantarte tiene su parte positiva: la ciudad está tranquila y hay menos viandantes y, sobre todo, la temperatura es excelente. Una vez en el barco nos han dado una vuelta por el río para ver los Ghats y las cremaciones, lugar en el que estaban prohibidas las fotografías. Los guías, te explican que cada día se queman centenares de cuerpos y que las cenizas son vertidas a estas aguas.
Varanasi es una ciudad especial. Sus únicos y diferenciales Ghats, con sus escaleras infinitas y los santones bañándose en el río te trasladan a otra época, quizás a otro milenio. Te da la sensación de que la gente vive de forma muy parecida a aquellas personas que habitaban este lugar cinco siglos atrás. El tiempo parece haberse detenido en este enclave.
Después del paseo al alba, hemos ido a desayunar y lo hemos cogido con muchas ganas. Tras recargar fuerzas hemos ido a el fuerte, un monumento muy descuidado con un museo que parece una chatarrería. Aún así, merece la pena por las vistas del río y por los monos, que campan a sus anchas suplicando algo de comida a los turistas. A continuación, hemos ido a la Universidad, visita que no recomiendo porque tan solo hay un templo, como muchos otros. Y lo mismo sucede con el templo de los monos.
En la tarde, ha llegado el turno de visitar las cremaciones de cerca, lugar donde pagas un donativo para comprar leña para las piras, para aquellas personas que no pueden permitírsela. Una vez dentro, nos han solicitado un donativo mucho mayor y nos han advertido que el Karma caería sin piedad sobre nosotros si no donábamos ese dinero. Tras la negativa, de repente, a nuestro guía le ha dado un chispazo en la mano al apoyarse en un alambre que estaba en un posamanos. Sin embargo, su actuación no ha sido de las que optan al Oscar de la academia y no hemos caído en la trampa. Obviamente, nos han dejado seguir adelante y hemos llegado hasta las piras. Cuando vas bajando las escaleras humo cargado de cenizas te rodea y, al llegar abajo, la imagen de los empleados cargando a una mujer ensabanada para ponerla en la pira es de las que se queda en la retina. Hemos salido de allí un poco tocados, pero es una visita obligada en Varanasi.
Callejear por esta ciudad es toda una experiencia similar a la de Old Delhi, pero con centenares de vacas como protagonistas. Vacas tranquilas, con más privilegios que los humanos, y bien alimentadas.
Tras el anochecer hemos ido a ver ceremonia de la Puja dando un paseo, de nuevo en barco, por el Ganges, para coger un buen sitio sin tener que esperar varias horas. Debe ser que, con la oscuridad, las decenas de cucarachas que habitan en cada barco salen a tomar el fresco. Incluso saltan de barca en barca para desagrado de los incautos turistas, incluidos nosotros. Hemos disfrutado de los bailes, la música y el fuego, incluso hemos sido partícipes poniendo un nenúfar con dos velas sobre las aguas sagradas del Ganges.
Para cenar no hay nada como el restaurante Tadka, en el hotel Ramada Plaza, en el que nos trataron de maravilla y estuvimos tranquilos. Ha llegado la hora de dormir, pero antes toca una buena ducha que olemos a especia.
DieQuito
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