Hoy ha sido un día muy intenso y es que hemos amanecido en Agra a las 5 de la mañana para ir a ver el Taj Mahal con los primeros rayos del alba. Lejos queda aquella primera visita de noviembre de 2012 y ya tenía ganas de reencontrarme con esta maravilla del mundo moderno. Además, en aquella ocasión lo visite con mucho calor y a las 12 de la mañana, cuando está el área atestada de gente.
Hoy en cambio había poca gente y es que a las 5:30 no son tantos los valientes dispuestos a saltar de la cama para ver un monumento. Su brillo sigue siendo tono marfil, aunque dicen que se va oscureciendo con los años y que en el futuro se volverá amarillento, como la mano de un fumador. La ictericia de los combustibles fósiles, le llamaremos.
Tras realizar la visita hemos puesto rumbo en coche a la ciudad fantasma de Fatehpur Sikri, que está a medio camino de nuestro destino final de hoy, Jaipur. Esta ciudad rojiza no es una visita habitual, aunque su encanto queda fuera de toda duda. Es una inmensa urbe monumental que se abandonó de forma repentina en el siglo XVI por falta de agua, y que se ha quedado detenida en el tiempo, como una fotografía antigua. Una experiencia fenomenal recorrer todas sus arquerías y salas colmadas de columnas. Por cierto, no vayas en pantalón corto o tendrás problemas para visitar la mezquita.
Después de un largo tramo del viaje con un aguacero digno de los monzones, llegamos al Band Chaori, un pozo de grandes dimensiones y escalinatas hacia el fondo que también me ha recordado a Monument Valley. Los loros que lo habitan en la actualidad son preciosos, con múltiples colores y una mirada simpática.
Por último, antes de llegar al Shahpura house, nuestro hotel de Jaipur, hemos ido a visitar el Templo de los Monos, aunque no nos han permitido hacer fotografías. Una especie de santuario del simio, en el cual los monos están más que habituados a recibir a los seres que culminan su cadena evolutiva. Había gente que incluso se ponía al mono encima del hombro para hacerse una foto con él.
DieQuito
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