El último día siempre es el mas triste. Marruecos ha vuelto a sorprenderme y eso que ha sido la tercera vez que lo visito. Haciendo balance, uno se da cuenta de que sigue siendo un país muy diferente. Tienen un cierto toque aperturismo pero el toque exótico no lo pierden.
En esta ocasión, ha sido la primera vez en el que el viaje ha sido durante el Ramadán, y es una época especial. Los nervios de los musulmanes están a flor de piel al final de la tarde cuando antes de que caiga el sol, porque el hambre aprieta; Además, no se puede servir ni vender alcohol.
A pesar de los notables avances, el país todavía tiene grandes deficiencias a nivel de tráfico, tratamiento de residuos y machismo.
La cerámica ha sido uno de los grandes descubrimientos, y es que en este viaje hemos comprado muchos objetos. Quizás es un síntoma de que nos estamos haciendo mayores. Sus dibujos, sus colores y su textura, hacen que tenga un gran atractivo.
Y tengo que hablar de la búsqueda de latas de Coca Cola de garrafón para Juan Luis Saldaña, que cada vez se complica más. Esta botella de plástico no sirve para su catálogo… ojalá hubiera habido una lata de este producto a la venta. Pero alguna sorpresa le llevo, claro.
A las 16:00, ya por la tarde, hemos despegado desde el aeropuerto de Casablanca y tras un vuelo tranquilo, hemos puesto rumbo en coche hacia Zaragoza. Acabamos de llegar a casa, es casi medianoche, y se me ocurren pocas opciones más de aprovechar unas vacaciones de Semana Santa al cien por cien.
Muy pronto se viene otro viaje, en poco más de 15 días, así que estad atentos.
DieQuito
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