Rabat es la capital de Marruecos y en 2017 pasé una noche en esta ciudad con Javi, Manu y Estebán. No es una ciudad muy bonita pero está relativamente cerca de Casablanca y no me importa visitar de nuevo la Kasbah de los Oudayas y el vibrante zoco.
La primera parada ha sido la Madraza Meridine, que tiene un patio que quita el hipo y una mezquita muy bien decorada, con azulejos y decoraciones en yeso. En los pisos superiores dormían los estudiantes y seminaristas.
En ese mismo lado del río, en Salé, nos hemos acercado a los miradores de la desembocadura del Río Ru Regreg. Desde allí se pueden ver todas las tumbas orientadas hacia la Meca. Los musulmanes tienen verdaderos problemas de espacio porque no pueden ser incinerados ni tampoco enterrados en los nichos en alto de los camposantos de España, sino bajo tierra.
Desde allí también se veía bien la Torre Mohammed VI, todavía en construcción, y el Gran Teatro de Rabat, de la difunta Zaha Hadid.
Siguiente parada: la Kasbah de los Oudayas, en una Sqala pegada a la costa de Rabat. Las calles están en plena reforma, aprovechando la pandemia y el bajón de turistas, pero aún así, sigue estando muy bonita.
A la hora de comer, hemos ido al restaurante Dar Zaki, que para mí nos ha servido la mejor comida del viaje, y eso que había mucha competencia porque hemos estado en buenos restaurantes, riads, etc. Pero la pastilla de pollo ahumado y sobre todo los postres han sido de un nivel superior.
Para terminar en Rabat, nada mejor que recorrer su labe´ríntico zoco comprando souvenirs y detallitos para la familia y amigos. Allí hemos echado la tarde y hemos regateado como fenicios.
Incluso algunos se han animado a comprar alfombras tejidas en Marruecos para decorar sus hogares con este toque exótico tan propio de este sorprendente país.
DieQuito
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