Seguro que muchas de vuestras abuelas aragonesas también hacen coquetas y que ni Ofelia ni Pilar tienen la exclusiva, pero para mí, las mejores coquetas son las suyas. Además, fueron mis maestras en esta noble arte culinaria.
Allá donde voy y si tienen agua, harina, sal, aceite y azúcar, les preparó este postre. Aquí en Ecuador han encantado y no es de extrañar, gustan a todo el mundo y más si van acompañadas de un café recién hecho y frío tras los cristales. Habré hecho como unas cuatro veces en estos tres meses y ayer fue la «hornada» de despedida.
Las coquetas bien hechas tienen las siguientes características: textura crujiente, color doradito por el aceite y el azúcar espolvoreado nada más sacarlas de la sartén, porque este se adhiere a la coqueta de forma magnética.
Pronto podré degustar las que hacen ellas, verdaderas artistas de la cocina. Y las almendras tostadas de Pilar, las bolas de patata de Ofelia, las carnes guisadas de ambas…bufff. Las abuelas son las mejores cocineras. Vuestro nieto os dedica este texto íntegramente a vosotras porque os lo merecéis. Pilar y Ofelia.
DieQuito
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