El vino es uno de los grandes atractivos de esta nación y a primera hora de la mañana nos hemos ido hasta la bodega Milestii Mici, que está catalogada en el Libro Guiness de los Récords como la colección de botellas más grande del mundo.
El motivo por el cual esto es así es porque Moldavia y Georgia eran los únicos productores vinícolas de la Unión Soviética y tenían que ser la reserva bodeguera de toda la madre Rusia. En Milestii Mici te recibe un trenecito en el que te adentras en el corazón de la colina, y llegas a estar a 100 metros bajo tierra. En sus confines te encontrarás con galerías repletas de nichos colmados de botellas de vinos con más de tres décadas de antigüedad. Además, tiene pasadizos secretos, cascadas interiores y un restaurante en el que se realiza la cata de vinos y la comida de unos aperitivos o un menú, a petición del consumidor. Un violinista ameniza la comida.
En esta visita hemos conocido a Jaume y Julia, y hemos pasado el resto del día juntos. Hemos regresado juntos a Chisinau y tras comentarles que teníamos entradas para la Ópera han decidido adquirir también localidades y acudir a ver La Traviata.
Después hemos ido juntos a cenar al restaurante A Casa le Mama, en el que hemos degustado unas deliciosas tiras de grasa ahumada, placintes de todos los tipos y colores, sarmales, mititei y un par de jarras de vino tinto de la región. Un lugar muy recomendable y con música popular en directo, para amenizar el ambiente.
Para terminar, hemos ido al Mojito, un local de moda con iglús de techo transparente en el que estaban tomando una copa unos alcañizanos que habíamos conocido en el vuelo. Allí, muy cerca del futurista edificio de Presidencia, hemos dado la noche por terminada.
Las calles de Chisinau, completamente envueltas en la soledad más absoluta, y eso que no es que haga una temperatura especialmente baja.
Ya en el hotel, toca recuperar fuerzas para aprovechar al máximo el último día en Moldavia.
Diequito
Leave a Reply