• Último día en Casablanca (día 10)

    El último día siempre es el mas triste. Marruecos ha vuelto a sorprenderme y eso que ha sido la tercera vez que lo visito. Haciendo balance, uno se da cuenta de que sigue siendo un país muy diferente. Tienen un cierto toque aperturismo pero el toque exótico no lo pierden.

    En esta ocasión, ha sido la primera vez en el que el viaje ha sido durante el Ramadán, y es una época especial. Los nervios de los musulmanes están a flor de piel al final de la tarde cuando antes de que caiga el sol, porque el hambre aprieta; Además, no se puede servir ni vender alcohol.

    A pesar de los notables avances, el país todavía tiene grandes deficiencias a nivel de tráfico, tratamiento de residuos y machismo.

    «DHL Express», como me dijo mi amigo Héctor

    La cerámica ha sido uno de los grandes descubrimientos, y es que en este viaje hemos comprado muchos objetos. Quizás es un síntoma de que nos estamos haciendo mayores. Sus dibujos, sus colores y su textura, hacen que tenga un gran atractivo.

    Poterie

    Y tengo que hablar de la búsqueda de latas de Coca Cola de garrafón para Juan Luis Saldaña, que cada vez se complica más. Esta botella de plástico no sirve para su catálogo… ojalá hubiera habido una lata de este producto a la venta. Pero alguna sorpresa le llevo, claro.

    A las 16:00, ya por la tarde, hemos despegado desde el aeropuerto de Casablanca y tras un vuelo tranquilo, hemos puesto rumbo en coche hacia Zaragoza. Acabamos de llegar a casa, es casi medianoche, y se me ocurren pocas opciones más de aprovechar unas vacaciones de Semana Santa al cien por cien.

    Muy pronto se viene otro viaje, en poco más de 15 días, así que estad atentos.

    DieQuito

  • Rabat (día 7)

    Rabat es la capital de Marruecos y en 2017 pasé una noche en esta ciudad con Javi, Manu y Estebán. No es una ciudad muy bonita pero está relativamente cerca de Casablanca y no me importa visitar de nuevo la Kasbah de los Oudayas y el vibrante zoco.

    La primera parada ha sido la Madraza Meridine, que tiene un patio que quita el hipo y una mezquita muy bien decorada, con azulejos y decoraciones en yeso. En los pisos superiores dormían los estudiantes y seminaristas.

    En ese mismo lado del río, en Salé, nos hemos acercado a los miradores de la desembocadura del Río Ru Regreg. Desde allí se pueden ver todas las tumbas orientadas hacia la Meca. Los musulmanes tienen verdaderos problemas de espacio porque no pueden ser incinerados ni tampoco enterrados en los nichos en alto de los camposantos de España, sino bajo tierra.

    Desde allí también se veía bien la Torre Mohammed VI, todavía en construcción, y el Gran Teatro de Rabat, de la difunta Zaha Hadid.

    Siguiente parada: la Kasbah de los Oudayas, en una Sqala pegada a la costa de Rabat. Las calles están en plena reforma, aprovechando la pandemia y el bajón de turistas, pero aún así, sigue estando muy bonita.

    A la hora de comer, hemos ido al restaurante Dar Zaki, que para mí nos ha servido la mejor comida del viaje, y eso que había mucha competencia porque hemos estado en buenos restaurantes, riads, etc. Pero la pastilla de pollo ahumado y sobre todo los postres han sido de un nivel superior.

    Para terminar en Rabat, nada mejor que recorrer su labe´ríntico zoco comprando souvenirs y detallitos para la familia y amigos. Allí hemos echado la tarde y hemos regateado como fenicios.

    Incluso algunos se han animado a comprar alfombras tejidas en Marruecos para decorar sus hogares con este toque exótico tan propio de este sorprendente país.

    DieQuito

  • El largo viaje hacia el noroeste (día 5)

    Un volcánico amanecer nos ha recibido en el desierto y desde el campamento hemos podido disfrutar de unas tonalidades amarillas y anaranjadas muy bonitas. Al final, el exceso de nubes ha impedido que podamos ver la salida del sol, pero el alba ha sido a pesar de ello muy bueno.

    Minutos después estábamos desayunando una mermelada de dátiles con tortas marroquíes y té a la menta. Y con el desayuno en el estómago hemos cogido los 4×4 y Hassan, conduciendo al más puro estilo Dakar, nos ha llevado por el mar de dunas hasta la Puerta del Desierto. Merzouga era el punto de partida para regresar hasta Casablanca.

    Hassan ha pasado en un punto elevado para que podamos fotografiar el Erg Chabbi y nos hemos despedido de la arena del desierto.

    El viaje en autobús de 10 horas ha sido largo y tedioso pero quiero remarcar que Marruecos es el paraíso gatuno. Está repleto de felinos y en una de las paradas para comprar algo de agua fresca hemos visto a este precioso gatito.

    Y ya en Casablanca, antes de terminar el día, hemos ido a un mercado de cerámica que está muy cerca de Bouskoura.

    Según tenemos entendido, estos tajines y otros elementos decorativos o útiles de cocina se fabrican dentro del propio Marruecos.

    DieQuito

  • Regreso a Rabat (día 4)

    Anoche fuimos primero al Hotel VillaBlanca, situado cerca del mar y con un M6, Ferraris, Mustangs y demás joyas de la automoción aparcadas en la puerta. Dentro había fiesta privada y nos tuvimos que quedar en la zona de copas, donde nos pegaron buenos sablazos.

    Después bajamos al V-Club, que por muchos motivos me recordó a las grandes discotecas de Nueva Delhi como Lap, Kitty Su o Ludus. Nos hicieron pagar impuesto de occidentales en la entrada y dentro por los cubatas nos soltaron unas hostias… Al menos, había buena performance con gente disfrazada, música actual y un gran ambiente. Como curiosidad, no sabían lo que era el ron… (por lo visto aquí nadie bebe eso) y finalmente nos pusieron ron blanco… auténticos cubalibres.

    Nos quedamos hasta el cierre y eso que hoy teníamos un viaje de los largos. Estamos apurando lo que nos queda de juventud, supongo.

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    Hoy hemos amanecido tarde… y nos hemos ido a Rabat desanimados y cansados por el ritmo de los últimos 3 días. Visitamos Rabat solo por el hecho de que hay que volar desde esa ciudad, porque la capital de Marruecos no tiene muchas cosas interesantes.

    El viaje en tren ha durado poco más de una hora y tras llegar nos ha costado mucho encontrar un sitio para comer. Ibamos a ir al Dinarjat, pero estaba cerrado, y así ha sido con los otros dos restaurantes tradicionales a los que hemos intentado ir. Al final hemos comido en un sitio turístico al lado del mar. Caro y simplón, pero el hambre gobernaba nuestros cerebros.

    Allí ha acudido Claudia, otra medio maellana viajera empedernida que lleva un tiempo viviendo en Rabat. Después hemos ido juntos al fuerte de los Oudayas, que es más bonito por las callejuelas azules que por el propio fuerte en sí.

    En la calle Souika hemos visitado el zoco de Rabat y allí sí que hemos comprado un montón de recuerdos. El zoco estaba tan atestado de gente que se ha producido un atasco del que no se podía salir. Incluso la marabunta de gente amenazaba con derribar los puestecillos ante la indignación de sus propietarios. Muy cómico todo.

    Ahora estamos en el aeropuerto esperando para embarcar. Llegaremos a Madrid sobre la medianoche y entonces nos queda un largo viaje de 4 horas en autobús hasta Zaragoza. Y mañana es día de trabajo… uffff

    DieQuito

     

  • Casablanca (día 3)

    Comencemos antes de nada por la noche de ayer. Llegamos al Felix Club y en la puerta nos pidieron 100 dirhams por cabeza. Los pagamos y al entrar nos encontramos con un local en el que no había ni un alma. Los sillones, la luz, la decoración… todo era bastante acertado, pero sin embargo faltaba algo esencial, la gente. Nos sentimos estafados habiendo pagado 10 euros por entrar allí, y nos acercamos a pedir la consumición a la barra.

    Tras un largo rato de espera, como más de una hora, incluso en el que yo acabé durmiéndome en uno de los sofás, la cosa se empezó a animar y la gente hizo acto de presencia, por goteo al principio y de forma más numerosa hacia la 1 y media de la mañana. El local seguía estando medio vacío, pero la pista tenía movimiento. Yo me animé a bailar dancehall y algo de pop en árabe. Incluso bailé con una simpática chica llamada Kawtar.

    Sin embargo, a las 3 nos fuimos de allí porque la noche no daba para más, estábamos exhaustos y al día siguiente nos esperaba un largo viaje hasta Casablanca.

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    Por la mañana hemos disfrutado de un copioso aunque poco sabroso desayuno en el Riad antes de ir a la estación. Hay que tener en cuenta que teníamos por delante 4 horas de tren hasta Casablanca, y que no se puede conseguir comida más allá de frutos secos en el convoy.

    El viaje se ha hecho interminable y hasta las 3 de la tarde no hemos llegado a nuestro destino. Casablanca es una ciudad moderna y fiestera, una mezcla de Málaga y Marbella, con más de tres millones de habitantes y en la que abundan los coches caros y la vida nocturna.

    El apartamento estaba decente, esta vez sí y no como en Rabat. Una vivienda con muchas habitaciones, limpia, y con un cuarto de baño decente. Después de dejar las maletas nos hemos ido al zoco de Casablanca, a seguir regateando con comerciantes marroquíes. Estamos hechos unos consumistas.

    Para ver el atardecer, que se disfruta de cara al mar en esta ciudad de Marruecos, hemos escogido el Umayya, un fumadero de shisha para la gente rica de Casablanca situado muy cerca del faro. El nivel del lugar es alto, igual de alto que el montante final de la dolorosa, pero bueno, hemos saboreado unos buenos Oportos y unos Cosmopolitan, además de una shisha de manzana-menta.

    Antes de regresar al apartamento hemos ido a cenar a la Sqala, otro restaurante impresionante situado en un antiguo fuerte pirata y en el que he comido un pescado recién pescado y un postre alucinante hecho con leche condensada.

    Ahora estamos en el apartamento, en el turno de las duchas, antes de salir a por la noche de Casablanca. Dicen que los sábados se lía una buena en el V-Club.

    DieQuito

  • Fez, ciudad de curtidores (día 2)

    Rumbo a la estación de Rabat

    Nos hemos levantado bien temprano hoy, para ir rumbo a la estación de Rabat en donde apenas nos ha dado tiempo a tomar un café para luego tener que estar casi una hora esperando en el andén como pardillos ya que nuestro tren se ha retrasado. Los horarios de tren en Marruecos suelen ser bastante exactos según pude leer en otros blogs de viajes, así que quizás solo hemos tenido mala suerte.

    Ha sido un viaje agradable en segunda clase. El paisaje del norte de Marruecos nos ha sorprendido por su verdor. Cuando yo visité este país en 2014 fui a Marrakech y al Atlas, y todas aquellas tierras son más áridas, más desérticas, más marcianas. Aquí hay muchos árboles, campos de cultivo y arbustos bajos de color verde clorofila.

    Hemos llegado a Fez sobre las 11 y media de la mañana y hemos ido a nuestro riad, el Palacio de Dar Tazi (fotos sobre estas líneas) que nos ha cautivado desde el primer minuto con su fastuoso hall repleto de ornamentación y arcos árabes. Los mosaicos que recuerdan al mudéjar rebozan las paredes y la amabilidad de sus empleados es de agradecer. Nos han subido a nuestra habitación desde la cual se accede a una terraza con unas impresionantes vistas de toda la Medina de Fez. Es uno de los hoteles tradicionales mejor cuidados en los que he estado y Ronald Reagan en 1986 (cuando era Presidente de los EE.UU), Jeremy Irons y otras personalidades se han alojado aquí.

    Minutos después nos hemos adentrado, sin guía ni nada, en las laberínticas callejuelas. En realidad, Google Maps no sirve absolutamente para nada aquí dentro porque la mitad de las travesías ni aparecen. Menos mal que un buen hombre nos ha visto irremediablemente perdido y ha tenido la bendita idea de presentarnos a un guía sin licencia que nos ha dado un paseo de unos 15 kms por el corazón de Fez a lo largo de 5 horas.

    Primero hemos visitado los curtidores de Sidi Musa y los de Chouara. Me avisaron de que esos lugares huelen fatal porque utilizan excrementos de paloma durante el proceso y porque hay mucho animal muerto. Sin poder decir que oliera bien, ni mucho menos, no era tampoco algo insoportable. Curiosos los agujeros en donde tiñen las pieles que luego cuelgan de nuestros hombros en forma de bolsos o bandoleras. Hemos comido muy cerca de los Tanneurs de Chouara (sobre estas líneas), en un tranquilo restaurante que nos ha deleitado con couscous, tayín de cordero y unas galletas marroquíes.

    Después de comer, con la calma, hemos visitado también una tienda de tejidos en donde todo ha culminado en un cómico rifirrafe.

    Os pongo en situación: los marroquíes son unos vendedores excelsos, de hecho, deberían dar lecciones a muchos directivos de ventas que aquí en España languidecen viviendo de rentas.

    Nada más entrar en una tienda de telas un dicharachero vendedor ha ordenado que su hermana se pusiera a tejer a la antigua usanza mientras nos explicaba las bondades de su tejido, hecho con fibras de cactus. Un tejido que no prende fácilmente, natural y de tacto suave. Nos ha colocado unos turbantes a lo touareg, incluso a mí a pesar de mi resistencia porque ya tengo dos en mi casa y no los uso jamás y sé por experiencia que la tontería de ponerse los turbantes acaba de soltar la plata (lógico por otro lado).

    El asunto es que tras la foto de rigor le he preguntado acerca de una camiseta de lino, que es lo que me interesaba porque me quiero comprar una para usarla en casa durante el verano. Me ha sacado la reina de picas de sus camisetas, hecha con el ya mencionado cactus, y por la que me pedía la friolera de 70 eurazos. Sí claro, ¿y qué más? No hubiera pagado ni 20… No he hecho contraoferta por no herir su sensibilidad.

    Llegados a este punto, mis amigos se han quitado los turbantes, su hermana ha dejado de tejer para cambiar el arcaico telar por el Smartphone, un aire frío ha cruzado la estancia y el vendedor ha torcido el gesto. Aquello tenía difícil solución…

    El fenicio y los touaregs ratillas

    Esteban ha roto el silencio y ha intentado apagar el incendio que se había iniciado. En un gesto muy digno y haciendo de cabeza de turco, se ha ofrecido a comprarle el turbante, pero no el fabricado con el dichoso cactus y a precio de oro, sino otro más modesto. Sin embargo, el muy fenicio quería colocarnos su cactus sí o sí y se empeñaba en ello como cuando un toro trata de derribar un burladero.

    Javi ha sido entonces el que ha echado un capote y desviando la atención le ha preguntado por unas llamativas fundas de cojines. El vendedor ha visto filón y ha sacado todo su arsenal, desparramando por el suelo una veintena ante mi cara de terror.  No es que no me gustaran, eran preciosas, pero estábamos de nuevo en un callejón sin salida queridos amigos.

    El avispado vendedor ha preguntado de forma astuta ¿Cuál te gusta? Era una pregunta envenenada y muy bien lanzada, un dardo con cicuta, porque de entre tantas, alguna te tiene que gustar, es imposible que sea de otro modo. Javi ha cogido una azul lapislázuli, elegante, con unas tramas en dorado… espectacular, con tan mala fortuna de que estaba manchada. Pero el vendedor ha contratacado con una réplica exacta y aunque también tenía tara (un descosido). Pedía por ella 35 euros. Otra vez desmesurado. Javi ha soltado la funda de cojín como si estuviera envuelta en llamas. El vendedor ha carraspeado y ha mirado de reojo a un anciano que tenía pinta de llevar allí sentado desde que Don Pelayo inició la reconquista.

    Entonces Manu ha terminado de agitar la colmena con una maniobra que podía parecer astuta a priori. Ay… si tuvieras alfombras, entonces sí que te compraría una. Era un producto que no habíamos visto en su establecimiento así que era una bonita forma de poner fin a aquella negociación infructuosa y de salir pitando de allí, para poder seguir visitando la Medina. El problema ha sido que sí que tenía alfombras, y no pocas. En otra habitación su hermana ha empezado a esparcir felpudos como si no hubiera un mañana. Por otro lado, Manu realmente quería una alfombra, pero los precios de aquel rincón de Fez no eran adecuados y claro, en este producto eran igual de elevados (60 euros creo recordar). Así pues, al ver que las alfombras eran grandes además de caras, ha dicho que ese tamaño era incompatible para portarlas en la maleta de mano (muy cierto) y se ha defendido con un Si tuvieras más pequeñas. Y sí, el desesperado vendedor tenía de todo, era imposible escapar de allí hijos míos. Tengo de las llamadas japonesas, ideales para el cuarto de baño, amigo, y por desgracia, de nuevo carísimas, con unos 25 euros por alfombrilla. Manu no sabía ya donde meterse mientras yo me reía con malicia para mis adentros. Al final, Manu ha soltado un lacónico Estos colores no me acaban de convencer y en ese preciso momento algo ha hecho clic en la cabeza del vendedor, que se ha puesto a jalear con los brazos para espantarnos como si fuéramos moscas, alegando que éramos unos poca vergüenza y que era normal porque no éramos musulmanes, gente de bien y bla bla. Nosotros hemos captado rápido el mensaje, hemos acatado la orden y hemos enfilado hacia la puerta. Lo último que dijo el comerciante fue un hasta luego sin esperar respuesta y cargado de rabia.

    Que ponga unos precios razonables y quizás en otra vida regresemos para comprarle sus tejidos de cactus. Hasta ahí podíamos llegar.

    Tras salir de allí hemos ido al riad de nuestro guía a tomar un té a la menta, al zoco, en donde si hemos comprado ámbar rosa, almizcle, imanes y alguna otra baratija. Después hemos ido a la Blue Gate y ya fuera de la Medina hemos perseguido el atardecer por unos jardines hasta que la oscuridad amenazaba con convertir aquellas calles en peligrosas. En ese momento hemos cogido un taxi y hemos regresado al hotel.

    Las duchas han sido reparadoras, sobre todo tras caminar 15 kms con bastante calor y al ritmo infernal que marcaba nuestro guía. A la hora de cenar hemos ido al restaurante del Riad y nos han sacado unas cartas de menú a 30 euros por cabeza. Recordemos que Reagan comió aquí. Tras deliberar un par de minutos, hemos decidido levantarnos e irnos con el rabo entre las piernas.

    Por suerte hemos encontrado un restaurante con unas vistas magníficas y una terraza árabe en el que nos han atendido muy cortésmente y nos han cobrado menos de la mitad. Tayín de nuevo, brochetas y demás platos han hecho que nos olvidásemos del restaurante top de nuestro riad.

    Ahora estamos en el hotel, preparándonos para salir de marcha. Vamos a ir a una discoteca llamada Felix Club, que tiene fama de congregar a muchos internacionales en sus noches de fiesta.

    DieQuito

    Por cierto, alcanzamos los 500 artículos con este… ojito

  • Escapada a Marruecos

    Ya estuve en el país vecino hace 3 años, ascendiendo el Toubkal y visitando Marrakech, lo que viene siendo el sur de el país. El 9 de marzo me volveré a escapar a este país exótico pero en esta ocasión para visitar el norte: la capital Rabat, la legendaria Fez (en la imagen) y la moderna Casablanca.

    Serán solo 4 jornadas, pero de nuevo servirá de vía de escape para coger aire hasta los viajes del verano.

    DieQuito

     

  • Marrakech

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    Pues va a resultar que me está gustando y mucho Marrakech. Quizás el motivo resida en que me esperaba una ciudad tan poco civilizada como Delhi, tan sucia y ruidosa, y en cambio me he topado con una urbe en la que todo está muy limpio y hay poca densidad de viandantes. Alberto y yo lo hemos resumido en una palabra: “occidentalizado”.

    En Marrakech predominan los tonos salmón, como si de un enorme suplemento de economía de un periódico se tratase. Eso es lo que más llama la atención en un primer momento. Eso y que no hay ningún edificio que supere las 5 plantas (todo tiene que ser más bajo que la torre de la Medina; algo parecido a lo que sucede en Zaragoza con las torres del Pilar). No hay que obviar tampoco las magníficas vistas de la cordillera del Atlas y de sus colosos nevados, que se ven desde que asomas la cabeza fuera del avión.

    Después de instalarnos en el hotel, hemos dado un largo paseo hasta la Medina, que nos ha recibido al ritmo impuesto por el canto del muecín. Y tras comer algo de carne a la brasa (hay que coger fuerzas) nos hemos adentrado en los puestos de la plaza principal. Allí hemos podido ver serpientes, aves de cetrería, monos, tatuadores de henna y muchos puestos de zumos tropicales, especias y hasta puestos para comprar trufa negra. Finalmente nos hemos adentrado en el bazar y sus laberínticos pasajes en los que no han tardado mucho en timarnos, vendiéndonos un foulard de touareg que tinta todo lo que toca y una pulsera de cuero a precio de oro.

    Ahora escribo desde el hotel, antes de regresar de nuevo a la plaza, que es todo un espectáculo bajo el manto de estrellas según me han comentado.

    DieQuito

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  • Mi mochila a reventar y… todo listo

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    Como podéis ver en la fotografía, la mochila ya está lista para el gran viaje que le espera. Todo el equipo de montaña está ya dentro de sus tensionadas cremalleras y es que realmente no quiero ni pesarla por miedo, aunque es algo que finalmente haré para evitar males mayores. Alberto supongo que tendrá los mismos problemas de peso y espacio que yo así que le deseo suerte desde aquí.

    Ahora toca descansar un poco porque a las 3 de la mañana saldremos desde la estación Intermodal de Zaragoza rumbo al Aeropuerto de Barajas. El día de mañana tendrá a Marrakech como actor principal, el primer impacto con África que van a sufrir mis retinas. El Bazar y su palacio serán nuestras prioridades antes de acostarnos.

    Mañana antes de que eso suceda actualizaré el blog con las fotografías que me hayan impactado de la ciudad marroquí y escribiré unas líneas intentando transmitir mis impresiones.

    Antes de despedirme aprovecho también para subir el podcast de la entrevista de ayer en Aragón Radio. En el programa «Esta es la nuestra» hablé sobre la historia de este blog y sobre Toubkal 2014, proyecto que comienza ya mismo. Podcast

    Un abrazo fuerte a todos y aprovecho para desearme a mí mismo un feliz vuelo hacia el sur.

    DieQuito

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