Ophélie tras la maratón de Bangkok, ¡vaya lástima que la foto saliese un poco desenfocada!
Kao San Road (imagen 1) es una enorme olla a presión en la que entra todo lo que le eches: insectos como aperitivo en puestos ambulantes, tabernas irlandesas, discotecas techno, grandes pantallas con fútbol en directo, terrazas pobladas por europeos, puestos de masajes en plena calle… Una mezcolanza que hace que la fiesta sea muy especial. Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, en esta zona también hay cortesanas, pero es algo que ya he asumido como inevitable en este país.
Al menos pudimos hablar con gente normal y nos encontramos con bastantes españoles. Recuerdo una chica de Madrid que no paraba de comer insectos. Yo había asegurado que me comería al menos un gusano, pero cuando los vi en la bandeja fui simplemente incapaz de llevarme eso a la boca, incapaz. Así que he de reconocer que me precipité al prometerle a todo el mundo que me iba a comer uno de esos odiosos bichitos (imagen 2).
Tras el cierre de los bares hemos hecho tiempo caminando por Bangkok de madrugada. Mi amiga Ophélie corría la maratón de la ciudad y nos comentó que terminaría la carrera en torno a las 6:30 de la mañana. Yo soy conocedor de lo bonito que es que alguien te esté esperando en la meta así que allí estábamos como clavos con el amanecer. Cuando estaba cubriendo los últimos metros gritamos ¡Ophélie C´mon! Y su cara fue una mezcla de susto e incredulidad. La pobre casi se echó a llorar y no dejaba de repetir que no podía creerse que estuviésemos allí. ¡Qué menos podíamos hacer! (imagen 3)
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Hoy por la mañana hemos estado visitando Chinatown (imagen 4). ¡Qué precioso sitio! En especial su mercado, un bazar en el que conviven el pasado y el futuro, artesanía y tecnología, comidas exóticas, especias, animales vivos y finas pashminas (imagen 5).
Lo cierto es que aquí no llama tanto la atención como en Londres, ya que al ser una ciudad asiática, todos tienen los ojos rasgados y todavía no soy capaz de diferenciar chinos de tailandeses u otras nacionalidades de estos lares.
Por la tarde teníamos un gran evento deportivo por delante, y es que hasta en eso hemos tenido suerte. En estas semanas se estaba celebrando el Mundial de Fútbol Sala 2012 y la final era hoy domingo entre Brasil, la vigente campeona en 2008, y España, ganadora de las ediciones de 2004 y 2000.
En el Indoor Stadium de Bangkok había una media entrada para el partido entre Italia y Colombia por el tercer puesto. Pero luego se ha puesto a rebosar para la gran final (imagen 6). Para nuestra sorpresa, había un poco más de 50 españoles diseminados por el graderío animando a la roja. Sin embargo, el resto del graderío, siendo apriorísticamente neutral, se ha decantado por el equipo brasileño.
Hemos perdido, en el último suspiro, pero hemos luchado y dado la cara todo el partido. Falcao, a pesar de su edad, sigue siendo mucho Falcao y estoy muy feliz por haberle visto en vivo y en directo. Tras el final del partido, que ha terminado en un 3-2 tras dos prórrogas, hemos salido pitando hacia el hotel porque se nos ha echado el tiempo encima.
Entonces es cuando nos ha entrado miedo de no llegar al avión a tiempo, nos han crecido los enanos porque nadie nos quería llevar al hotel. Aquí en Bangkok, los taxistas prefieren perder un cliente que chuparse un atasco. Cuando hemos encontrado uno dispuesto, a mitad camino nos ha confesado no tener ni idea de dónde estaba el destino. Ya nos veis a los tres como locos buscando un taxi en medio de las avenidas; yo incluso me he resbalado y a punto he estado de ser atropellado, con suerte sin consecuencias. Finalmente hemos dado con un taxista que sabía por dónde le daba el aire y nos ha llevado al hotel, y posteriormente al aeropuerto. Ahora os escribo ya tranquilo desde el asiento del avión; despegamos dentro de nada rumbo a Delhi tras un día de mucho estrés y nervios. Lo bueno llega a su fin.
InDieQuito
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