• Bidaa hau, namaste (día 16)

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    Un adiós en nepalí, y el hola en hindi me sirven para titular este artículo de transición.

    Antes de marcharme de Pokhara, me ofrecieron un ritual en casa de Bishnú con flores de la zona, arroz, yogur y un pañuelo de seda que me garantizaba buena suerte durante el viaje. Este artículo está dedicado a ellos, a dicha familia (imagen 1), como recompensa por su grata compañía durante mis días en Pokhara. Me despedí de esa ciudad pudiendo visualizar el Annapurna Range al completo con las primeras luces del alba (imagen 2).

    A primera hora de la mañana de ayer Raskumar y yo salimos rumbo a Kathmandú. Más de 6 horas por carreteras pseudo convencionales para recorrer 200 kms. En España, yendo alegre, puedes cubrir alrededor de 800 kms en el mismo tiempo.

    Llegamos sobre las 2 de la tarde a Kathmandú, ciudad multicolor que ya sé a qué me recuerda. A los que os gusten los videojuegos, seguro que conocéis el Metal Slug; pues el nivel de la fotografía (imagen 3) es un reflejo de la capital de Nepal. Kathmandú es muy similar en cuanto a desorden, número de puestos de fruta, reminiscencias de China y sobre todo por sus vehículos, que parecen haber sido sacados de la mente de un dibujante de comic.

    Fuimos a comer a Durbar Square, plaza repleta de edificios de alto valor histórico y en la cual había un mitin del partido (imagen 4). Sin entretenernos demasiado nos fuimos al aeropuerto, en donde me topé con la desafortunada noticia de que mi vuelo se había retrasado dos horas. Justo después, algo bueno, y es que mi equipaje tenía un sobrepeso de 9 kilos, irregularidad que salvé dándole 3 euros de propina al de la balanza.  En un vuelo en Europa me hubiese tocado facturar otra maleta o pagar alrededor de 200 euros, ¡pero esto es Asia!

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    Desde el cielo, aterrizando en medio la noche, Delhi era como un mar, como un océano de luz que se extendía en la oscuridad hasta más allá de donde podían ver los ojos. Por ende, el aeropuerto es desmesuradamente grande, quizás el más grande en el que he estado jamás.

    En la zona de maletas me hice amigo de unas canadienses, Alissa y Melissa, con las que compartí el taxi hasta el centro de la ciudad. Ese taxi cuesta alrededor de 18 euros, así que pagamos 6 euros cada uno y a funcionar. Casualmente, los tres íbamos a Pahar Ganj, y al final decidí quedarme en su mismo hotel, porque estaba francamente bien.

    La ciudad apuntó maneras en el primer viaje en taxi, con muchos árboles, edificios de corte imperial y grandes avenidas iluminadas. Sin embargo, ya sabéis lo que dicen: “por la noche, todos los gatos son pardos”. Ahora, escribiendo en el hotel a primera hora, sé que voy a tener en breves minutos el primer contacto diurno con la que será mi ciudad en los próximos meses. Hay nervios…

    Imagen 3: meristation

  • Nepal: Kathmandú (día 1)

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    Estimados lectores, el viaje ha comenzado y uno de los días más largos de mi vida está llegando a su fin. Ya me encuentro en mi hotel de Pokhara, es martes por la noche, y no duermo desde hace más de 24 horas. Como podéis observar, mis problemas para conciliar el sueño en los aviones persisten.

    Hoy, a primera hora de la mañana, he aterrizado en Kathmandú y nada más salir del aeropuerto me ha sobrevenido una vorágine de taxistas, todos ansiosos por llevar al turista a dónde fuera. Lo cierto es que durante unos instantes he sentido un agobio propio de las celebrity con sus fan…pero en ese momento ha aparecido mi amigo Xavier y me ha sacado de allí en dirección a un taxi que ya había apalabrado.

    Xavier, su cuñado Rasputan y yo hemos montado en un desvencijado y minúsculo taxi que nos ha llevado hasta el barrio de Tamel por en medio del tráfico más anárquico que he visto jamás.

    Tamel es una sonata de olores de comida, tejidos, especias y también inmundicia. Una mezcla propia de Kathmandú al parecer. También destacan la cantidad de rituales religiosos que se realizan a pie de calle.

    Tras callejear por sus travesías repletas de negocios artesanales, puestos de comida y tiendas de alta montaña, nos hemos dirigido al Rum Doodle, uno de los restaurantes más famosos de la ciudad, en el cual todos los grandes montañeros del país han cenado un buen pedazo de buey. El techo del restaurante está repleto de pies de madera en los cuales las expediciones de himalayistas dejan su sello (Expedición Campo Base Everest Southampton, Manaslu Italia 2011, Tent Peak Maella…) En realidad no ha sido posible porque para poder firmar tu grupo debe tener al menos 10 integrantes, pero al menos lo he intentado. ; )

    El filete de buey, el pollo Teriyaki y una pizza con toque Tandoori han sido los platos que hemos degustado. Durante la comida en la terraza del Rum Roodle he conocido a un adorable insecto, una avispa exótica que si te pica, te deja sin conocimiento durante más de media hora. Por suerte solo nos incordió un rato, sin llegar a picarnos.

    Tras la comida hemos cogido un minibús y nos hemos puesto rumbo a Pokhara. Esta ciudad, la segunda más importante de Nepal, dista a tan solo 200 kms de Kathmandú, pero se tarda alrededor de 6 horas. Un viaje eterno por carreteras infernales a la vera del río Trishuli.

    Los conductores de este tipo de transporte son una especie de kamikazes y solo les mantiene con vida una especie de providencia, así es como Xavier la califica, que evita los accidentes.

    En estas 6 horas hemos pasado a 15 centímetros de por lo menos una docena de camiones y autobuses, hemos visto un accidente y he podido comprobar cómo adelantar en plena curva y sin apenas visibilidad es algo demasiado habitual en este país. Al igual que pasar por los pueblos a gran velocidad y ver como los niños, perros y gente con mercancías de todo tipo cruzan corriendo de un lado a otro a escasos metros de la muerte.

    En alguna ocasión nos hemos librado de tan poco que parecía que estuviéramos en pleno videojuego y que sí teníamos una colisión simplemente había que reiniciar la partida.

    Son casi las 10 de la noche y voy a caer rendido en la cama. El hotel es sencillo pero está muy limpio y rodeado de vegetación. La gente de momento, un encanto.

    InDieQuito