Estimados lectores, el viaje ha comenzado y uno de los días más largos de mi vida está llegando a su fin. Ya me encuentro en mi hotel de Pokhara, es martes por la noche, y no duermo desde hace más de 24 horas. Como podéis observar, mis problemas para conciliar el sueño en los aviones persisten.
Hoy, a primera hora de la mañana, he aterrizado en Kathmandú y nada más salir del aeropuerto me ha sobrevenido una vorágine de taxistas, todos ansiosos por llevar al turista a dónde fuera. Lo cierto es que durante unos instantes he sentido un agobio propio de las celebrity con sus fan…pero en ese momento ha aparecido mi amigo Xavier y me ha sacado de allí en dirección a un taxi que ya había apalabrado.
Xavier, su cuñado Rasputan y yo hemos montado en un desvencijado y minúsculo taxi que nos ha llevado hasta el barrio de Tamel por en medio del tráfico más anárquico que he visto jamás.
Tamel es una sonata de olores de comida, tejidos, especias y también inmundicia. Una mezcla propia de Kathmandú al parecer. También destacan la cantidad de rituales religiosos que se realizan a pie de calle.
Tras callejear por sus travesías repletas de negocios artesanales, puestos de comida y tiendas de alta montaña, nos hemos dirigido al Rum Doodle, uno de los restaurantes más famosos de la ciudad, en el cual todos los grandes montañeros del país han cenado un buen pedazo de buey. El techo del restaurante está repleto de pies de madera en los cuales las expediciones de himalayistas dejan su sello (Expedición Campo Base Everest Southampton, Manaslu Italia 2011, Tent Peak Maella…) En realidad no ha sido posible porque para poder firmar tu grupo debe tener al menos 10 integrantes, pero al menos lo he intentado. ; )
El filete de buey, el pollo Teriyaki y una pizza con toque Tandoori han sido los platos que hemos degustado. Durante la comida en la terraza del Rum Roodle he conocido a un adorable insecto, una avispa exótica que si te pica, te deja sin conocimiento durante más de media hora. Por suerte solo nos incordió un rato, sin llegar a picarnos.
Tras la comida hemos cogido un minibús y nos hemos puesto rumbo a Pokhara. Esta ciudad, la segunda más importante de Nepal, dista a tan solo 200 kms de Kathmandú, pero se tarda alrededor de 6 horas. Un viaje eterno por carreteras infernales a la vera del río Trishuli.
Los conductores de este tipo de transporte son una especie de kamikazes y solo les mantiene con vida una especie de providencia, así es como Xavier la califica, que evita los accidentes.
En estas 6 horas hemos pasado a 15 centímetros de por lo menos una docena de camiones y autobuses, hemos visto un accidente y he podido comprobar cómo adelantar en plena curva y sin apenas visibilidad es algo demasiado habitual en este país. Al igual que pasar por los pueblos a gran velocidad y ver como los niños, perros y gente con mercancías de todo tipo cruzan corriendo de un lado a otro a escasos metros de la muerte.
En alguna ocasión nos hemos librado de tan poco que parecía que estuviéramos en pleno videojuego y que sí teníamos una colisión simplemente había que reiniciar la partida.
Son casi las 10 de la noche y voy a caer rendido en la cama. El hotel es sencillo pero está muy limpio y rodeado de vegetación. La gente de momento, un encanto.
InDieQuito
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