Estés donde estés, una celebración de Oktoberfest siempre es sinónimo de megajuerga. Este año no he podido ir a la que se celebra en Zaragoza por razones obvias así que en cuanto nos enteramos de que la Embajada de Estados Unidos iba a montar una fiesta Oktoberfest, no lo dudamos ni un segundo.
El precio era asequible porque, aunque costaba 20 euros la entrada, en ese precio entraba toda la cerveza Paulaner que pudieses beber y toda la comida: cerdo asado, salchichas alemanas con chucrut, ensaladas, verduras a la parrilla, pollo a l´ast y unos postres para desmayarse.
Una orquesta puso el ambiente necesario y el césped de la pista de baseball de la Embajada americana se convirtió en una dancefloor para recordar. Al final nos juntamos gente de todas las embajadas: Canadá, Italia, Alemania, Austria, Japón, etc (estos yankees están obsesionados con la seguridad y tenias que trabajar en alguna institución diplomática para poder acceder al evento).
Mención aparte merece la súper embajada de los Estados Unidos que, además de la pista de béisbol, tiene bolera (imagen 6), gimnasio, piscina y un sinfín de lujos más. Nuestra Embajada es un chalecito en comparación a semejante monstruosidad. Por lo visto, también tiene su propio supermercado en el que los estadounidenses pueden comprarse productos de su país.
InDieQuito
Leave a Reply