• Korcula, y ponemos rumbo a Split

    Teníamos ganas de un día de playa y en Korkula hemos podido cumplir nuestros deseos con un sinfín de calas y acantilados de baja altura. Lo mejor de las playas de Croacia es que no te llenas de arena, y luego puedes viajar a Split en catamarán sin ninguna molestia.

    Lo primero que hemos hecho, no obstante, ha sido ir a ver la casa en la que nació uno de los mayores exploradores de la historia de la Humanidad, Marco Polo. Según nuestro guía, todavía quedan descendientes que se apellidan Polo en la propia isla de Korkula. A continuación, ha llegado el momento de ir a darnos un chapuzón.

    Durante la mañana, antes de los vientos de la tarde, la mejor área de playa se encuentra a la izquierda del centro histórico. Hay varias calas y recodos en los que puedes bañarte con comodidad, aunque recomendamos llevar zapatillas de agua para no sufrir algún corte o arañazo, y para evitar a la inmensa colonia de erizos de mar que descansa muy cerca de la orilla. No ha sido un esnórquel muy provechoso. Poco para ver en esta zona.

    Después hemos ido a comernos la famosa hamburguesa Popina, una de las más sabrosas de la isla, y hemos ido a nadar a la playa de la punta de la península, en el que se puede hacer un esnórquel mucho más interesante, a mi parecer, con muchas más variedades de peces, y recovecos en los que se ocultan desconocidas especies.

    A las seis de la tarde hemos ido al muelle para coger el catamarán que nos ha llevado a Split. Han sido dos horas de trayecto, pero vamos a pasar dos noches en esta bonita ciudad del litoral.

    Al llegar y tras el check in, ha tocado una ducha ultrarrápida para salir a cenar a una hora razonable. Split es muy bonito de noche, como todas las ciudades cuando las pisas por primera vez bajo la luz de la luna, pero en este caso aún más sorprendente porque no he buscado nada de información previa sobre la ciudad. Es magnífico el palacio o recinto amurallado que descansa enfrente del puerto (es además patrimonio de la Unesco) y al final de un paso soterrado accedes a una plaza porticada coronada por una bonita torre, en la que casualmente había música en directo.

    A ver qué nos espera en las próximas dos jornadas de viaje pero Split tiene muy buena pinta.

    DieQuito

  • Ciao Dubrobnik, Hola Korcula

    Unas ciruelas ecológicas que compramos ayer en Kravice han sido el plato principal del saludable desayuno de hoy. Tras empacar todo el equipaje, guardarlo en la consigna, y hacer el check out y nos hemos dirigido a la parte alta de la ciudadela amurallada, hasta la imponente torre Minceta. Dubrovnik será la Perla del Adriático, pero sobre todo es la ciudad de los gatos, porque cientos de ellos vagan por sus callejuelas empedradas, sin collar ni aparente dueño.

    Si hay algo que imputar a este destino es el exceso de turismo, problema del que nosotros mismos formamos parte. Los extranjeros abarrotan las aceras, ataviados con su cámara digital, su sombrero de mimbre y su sonrisa despreocupada. Su outfit de sandalias Birkenstock y calcetines blancos los delata. Y eso teniendo en cuenta que este verano es todavía especial. Ayer Iván nos comentó que había menos visitantes que hace dos años, ya que la pandemia ha afectado mucho a los cruceros, que se han reducido tanto en número de rutas como en la cifra total de pasajeros, debido a las restricciones de aforo.

    Cuando hemos abandonado los muros de la ciudad vieja por última vez, la tranquilidad nos ha dado un balsámico abrazo: dejamos atrás el bullicio… para visitar, a partir de hoy, una Croacia menos masificada.

    Antes de recoger nuestras maletas, hemos bajado de nuevo al Club Boninovo, para darnos un último remojón en los acantilados, y allí hemos conocido a los uruguayos Matías, Ana e hijos, con los que hemos mantenido una agradable conversación sobre la importancia de conocer otras culturas para valorar más los lujos de los que disponemos en Occidente: que mane agua potable del grifo es algo que nadie valora en Europa, y que apenas es posible en gran parte del planeta.

    A primera hora de la tarde nos hemos partido en autobús + ferry rumbo a Korcula, una isla croata de villas marineras, poblada de viñedos y olivares, con la promesa de encontrar allí las playas de arena que se nos han negado en Dubrovnik.

    Korkula es una curiosa villa pesquera con una península en la que se ubica su casco antiguo. Nada más llegar y antes de acicalarnos para la cena, hemos salido a dar un paseo para ver las mejores áreas de esnorkel y las calles empredadas antes de que se marchara el sol de la tarde. En el muelle deportivo hay un buen puñado de yates de superlujo atracados y justo allí hemos disfrutado de un precioso atardecer.

    Tras la necesaria ducha hemos salido bien arreglados para recorrer todo el paseo circular del recinto amurallado. En los flancos del recorrido se solapan las terrazas de los restaurantes, los farolillos y las ramas de los altos pinos. Korkula tiene bastante bullicio, no como Dubrovnik, pero sí que se percibe que este es sin duda el mes del año en el que hacen caja. En una callejuela adyacente, con grandes escalones, hemos encontrado el Bar de Leo, que ofrece precios más económicos que los restaurantes del boulevard. Cuando nos hemos sentado nosotros la terraza estaba vacía, sin embargo, hemos sido como un imán y tres parejas más han ocupado las mesas en cuestión de 20 minutos. No hay nada peor para una taberna que tener todas las mesas vacías. El buen hombre se ha llevado una gran alegría.

    Después antes de acostarnos, hemos caminado por el muelle para ver los yates antes de la medianoche y hemos paseado por la city beach hasta la mejor heladería de Korkula, la Marco homemade icecream, que se sitúa poco antes de la piscina de waterpolo de Korkula. Los helados son como la mejor dormidina del mercado.

    DieQuito

  • Las cascadas de Kravice y la icónica ciudad de Mostar

    Andaba yo a las 6 de la mañana, inmerso en uno de mis emocionantes sueños cuando ha sonado la alarma, que no parece tener compasión con los viajeros. Sino llegamos a poner despertador, creo que hubiéramos abierto los ojos a las 11, como pronto.

    Sin tiempo para lamentaciones, hemos pasado por la ducha y nos hemos preparado una pequeña mochila con todo lo necesario para la excursión a Bosnia.

    La excursión a Mostar con Civitatis te ofrece la posibilidad de visitar uno de los símbolos de la guerra de los Balcanes, el puente de Mostar, en el día y sin ninguna complicación. Es la segunda vez que viajo con ellos (la primera fue desde Bucarest a Bran, Peles, Brasov y Sinaia) y de nuevo he quedado muy satisfecho.

    A las 6:50 am, un pequeño microbús con otros 11 españoles, el simpático guía Iván y el chófer Gabriel, ha doblado la esquina y nos ha recogido, previa comprobación de que portábamos toda la documentación necesaria para cruzar la frontera de Bosnia: pasaportes, test de antígenos y certificado europeo de vacunación.

    Esperando en la aduana de Bosnia

    Iván ha ido explicando desde el primer momento las curiosidades de la ciudad de Dubrovnik, su talante negociador y su creciente fama de lugar de veraneo desde la Edad Moderna. También ha entrado en otros detalles de índole geológica y ha explicado que las mil islas de Croacia son una barrera natural para las olas y que por ello no existen playas de arena en la costa de Dubrovnik. El público al principio era un poco reticente a escuchar la perorata (May incluso ha dormido dos horas), pero tras entrar en Bosnia, la explicación se ha adentrado en el ámbito de la política y en las barbaridades de la guerra, todavía candente, que diezmo aquellas tierras baldías, y todos los presentes escuchábamos con los ojos como platos.

    Hemos pasado cerca de un par de incendios, que son muy difíciles de controlar en Bosnia porque los bomberos temen encontrarse con las miles de minas antipersona que aguardan bajo la hojarasca, agazapadas como un pez piedra, esperando a su víctima.

    La primera parada ha sido en las Cascadas de Kravice, que es un paraje natural ubicado en un recóndito rincón de un bosque de Bosnia que es de visita obligada. Si te gusta la naturaleza, este es un lugar ideal para sacar fotos para enmarcar y para darse un bañito refrescante. Nosotros no llevábamos el bañador, así que nos hemos tenido que conformar con disfrutar de las vistas. Por fortuna, es un sitio con muchos espacios con sombra y el agua atomizada de las cascadas hace que sea un lugar fresco e ideal para un picoteo.

    A una media hora de allí está Mostar, el destino final del día y la parte cultural del viaje. Los españoles son muy bien recibidos en la ciudad por su contribución a la paz en las misiones de los cascos azules e incluso tenemos una plaza dedicada.

    Navasca, nuestro guía de Mostar, también se defendía bastante bien con el castellano y ha explicado brevemente la historia de ciudad, haciendo especial hincapié en el puente, destruido en 1993 durante los bombardeos y reconstruido en 2004 utilizando los mismos métodos constructivos que en el original, para lograr una réplica lo más exacta posible.

    En la actualidad y desde hace cinco siglos, los más atrevidos saltan desde la punta central. 21 metros de caída al vacío para los 4 metros de profundidad de las aguas del río Neretva. Hay que saber hacerlo y muchas veces ocurren accidentes.

    Después de eso ha llegado el turno para recargar energía y May y yo hemos ido a comer al restaurante Irma. Por una cuenta total de 13 euros hemos comido queso, cebolla, tomate, pimiento asado cevaci y Pjleskavica. Unos precios muy competitivos, y eso que estamos en una de las ciudades más turísticas del país, sino es la más visitada.

    Poco después, en una cafetería nos hemos tomado una hurmasica (postre típico) y un par de ice coffees para tratar de mantenernos despiertos a la vuelta y hemos callejeado un poco por las calles aledañas al centro, mucho más calmadas.

    De regreso a Dubrovnik, todos los pasajeros del microbús estaban más dicharacheros y nos hemos pasado la tarde hablando con Natalia, Sara, Ana, Judit y Álvaro, todos de Olesa de Montserrat, viajeros empedernidos y muy divertidos. Hemos intercambiado impresiones tanto de la excursión de hoy como de otros viajes del pasado. Quizás nos volvamos a cruzar en algún viaje del futuro, quién sabe.

    De nuevo en Dubrovnik y tras una ducha reparadora y necesaria, May y yo hemos ido a cenar al restaurante Rennaisance, ubicado bajo una arquería en una tranquila calle de la ciudad vieja, en el que se puede disfrutar de un pianista en directo. Lo mejor del restaurante es el ambiente, ya que la relación calidad precio no es la más adecuada, pero creemos que es un mal endémico de esta turística ciudad.

    Después hemos vuelto a dar un paseo con Nima y Marisa, pasando de nuevo por la heladería Peppino, como ritual obligado, antes de volver a coger la cama con mucha necesidad. Hoy programamos el despertador para una hora mucho más razonable; necesitamos dormir ocho horas seguidas.

    DieQuito

  • Dubrovnik, la perla del Adriático

    Hacia el mediodía, May y yo hemos aterrizado en Dubrovnik, justo cuando una pequeña tormenta dejaba sus últimos chubascos. Poco después, durante el breve trayecto a pie hasta el hotel, un sol mediterráneo nos ha acompañado y, nada más hacer el check in, bañados en sudor, hemos ido a los acantilados que tenemos justo debajo, a catar las aguas del Mar Adriático. Necesitábamos un chapuzón refrescante para poder salir a dar el primer paseo por la ciudad vieja de Dubrovnik.

    El recinto amurallado es un verdadero espectáculo y no es de extrañar que los productores de Juego de Tronos escogieran este enclave para filmar una infinidad de capítulos de la serie.

    Después de callejear y antes del atardecer, hemos quedado con Nima y Marisa, amigos de Göttingen que están al final de sus vacaciones en Croacia y con los que hemos coincidido por casualidad en esta ciudad medieval.

    Hemos cenado unos inmensos platos de cevaci, pollo deshuesado a la brasa, pimientos rojos con aceite de oliva y jugoso calabacín asado, maridados con un buen vino local y unas vistas de excepción. El restaurante se llama Lady Pi Pi porque tiene una curiosa escultura-fuente justo en la entrada. Atesora unas buenas valoraciones en Trip Advisor, pero no permite reserva, así que os recomendamos ir con tiempo, y con el depósito de paciencia lleno hasta los topes.

    Por suerte, hemos conseguido una mesa alejada de la parrilla y con una bonita visión del puerto viejo. Para coronar la velada nos hemos acercado hasta la heladería Peppino, que se autoproclama la mejor de la ciudad, y no nos ha defraudado, a pesar de su grandilocuente eslogan de ventas. En concreto, destacamos el sabor Mozart: pistachos, chocolate y mazapán.

    El efecto digestivo del helado, la caída de la noche y el cansancio se han aliado y, a pesar del gran ambiente de la ciudad, con el que he experimentado por primera vez una sensación cercana al fin de la pandemia, el sueño ha tomado la iniciativa y ha comenzado a ganarnos la batalla. Llevamos 24 horas fuera de casa, dormitando de malas formas en el aeropuerto y en el avión, y el cuerpo nos pide, sencillamente, cama. Además, mañana el despertador suena muy temprano, porque nos vamos a Bosnia de excursión express. ¡Hasta mañana!

    DieQuito

  • Hacia los Balcanes

    A pesar de todos los inconvenientes y recién vacunado esta misma tarde, partimos de noche hacia Dubrovnik para pasar una semana recorriendo Croacia y con una breve excursión a Mostar y a las cascadas de Kravice, en el vecino país Bosnia y Herzegovina.

    Hemos partido de una solitaria estación de Delicias y hemos llegado a un solitario aeropuerto de Barajas. Noche de viaje y escaso descanso, para hacer el check in nada más aterrizar y lanzarnos a recorrer las callejuelas de la ciudad medieval de Dubrovnik.

    DieQuito

  • Escala en la Citta Eterna

    A primera hora de la mañana he aterrizado en Fiumicino, y como ya hiciera en enero de 2013, he cogido un autobús hasta la capital italiana. En aquella ocasión visité el Vaticano, la Fontana di Trevi y el Coliseo, así que hoy he buscado rincones menos comunes. He comenzado por la Vía Margutta (foto superior), que tiene este precioso rincón. A continuación, he ido al Palacio Zuccari, he caminado por el barrio judío, a la Bocca de la Verita y al Palacio de la orden de los Caballeros de Malta, desde el que se ve la cúpula de San Pedro a través de una mirilla y un túnel herboso. Un precioso rincón poco conocido de Roma.

    Después he cogido un taxi (raro en mí en un país del Primer Mundo) pero es que quería llegar a ver el Ángelus del Papa Francisco y antes de acceder a la Plaza de San Pedro, hay que superar un tedioso, y bastante minucioso, control de seguridad. El Papa se había quedado «colgado» en el ascensor, y eso ha hecho que se retrasase 5 minutos el comienzo de la misa.

    Para terminar he ido a la Piazza Navona, al Panteón, que lo tenía pendiente, y a comerme una pizza Bonci, que me ha recomendado mi amiga Ángela Simonetti. Ahora me subo al último avión de este largo viaje de 17 días, y pondré rumbo a Madrid.

    DieQuito

  • Aqaba y snorkel en el Mar Rojo

    El viaje a Jordania termina en Aqaba, que tiene un nombre muy apropiado.Después de Wadi Rum viajamos en taxi hasta esta ciudad que es único punto de contacto de Jordania con el mar, en concreto con el Mar Rojo. También es una frontera con Israel, que era un país que tenía en mente visitar pero tras ver que Jordania tenía tantas cosas interesantes, lo he dejado para otra ocasión.

    Javier y yo nos hemos acercado a la playa de Aqaba para hablar con posibles barqueros que nos acerquen a la barrera de coral del Mar Rojo para hacer un poco de snorkel. Hemos visitado también un avión hundido, y posteriormente los corales, aunque el oleaje era bestial y no es como hacer snorkel en Maldivas… de hecho, me daba miedo que las olas me empujaran hacia los corales y me hiciera daño. Aún así, ha merecido la pena porque desde el barco con fondo transparente hemos podido ver el fondo marino con algo más de tranquilidad.

    Ahora ya toca subirse al avión rumbo a Roma, en donde disfrutaré de una larga escala de 10 horas que me permitirá visitar la Citta Eterna. El viaje a Jordania llega a su fin y me llevo muy buen sabor de boca.

    DieQuito

     

  • El desierto de Wadi Rum (caminando por Marte)

    Ayer después de visitar la ciudad de Petra, salimos pitando hacia el desierto de Wadi Rum, para ver el atardecer y para pasar la noche en el desierto. Llegamos muy justo porque visitar Petra nos costó más de 6 horas pero todavía pudimos disfrutar del crepúsculo.

    El campamento beduino en el que nos hemos alojado de tradicional ya no tiene nada, porque es puro lujo… con aire acondicionado, wifi, y más luces que un parque de atracciones. En mi opinión, ha sido una experiencia mucho menos auténtica que la que viví en el Desierto del Thar en 2012, con David y Guramarpreet. Aún así, degustamos una rica cena a base de cordero a la brasa, bailamos con los beduinos, fumamos narguile de menta y por la noche, nos adentramos en el desierto para disfrutar de las estrellas. Nos alejamos tanto de nuestro campamento, que llegamos a otro campamento en el que todo el mundo estaba dormido y reinaba un completo silencio. Y daba algo de miedo porque daba la sensación de que algún animal había terminado con todo bicho viviente.

    Después de descansar, que lo merecíamos porque entre la caminata por Petra y la excursión nocturna en el desierto, habíamos cubierto más de 15 kilómetros. Hoy nos hemos despertado y hemos ido a dar un paseo en Jeep y hemos visitado algunos de los puntos clave para hacer fotos. Este desierto es impresionante y para los fans del espacio como yo, nos recuerda a los parajes marcianos que nos han enseñado el Spirit, el Curiosity y el Oppy. Sin ir más lejos, aquí se rodó The Martian.

    Otra parada obligatoria en Jordania, además de Petra. El Mar Muerto y Ammán tienen cosas interesantes, pero estos dos enclaves en concreto son outstanding. Y lo mejor de todo es que Petra y Wadi Rum están relativamente cerca.

    DieQuito

  • Petra: templos milenarios

    Hoy ha llegado el turno para la guinda del pastel: Petra, una de las 7 maravillas del mundo. Ayer finalmente convencí a Javier para que hoy visitáramos Petra y luego fueramos a Wadi Rum. ¡Buen compañero de viaje me he buscado! A primera hora hemos salido de Ammán, porque hay un viaje de casi 4 horas hasta Petra por una amplia autovía que cruza el desierto. Tras llegar hemos contactado con el taxista que nos iba a llevar por la tarde a Wadi Rum, para dejarle todas nuestras pertenencias, ya que no hay lockers en el centro de visitantes.

    La entrada a Petra son 50 dinares jordanos, lo que viene siendo casi 70 euros, y aunque ya venía sobreaviso, sigue siendo la entrada más cara para un monumento que he pagado jamás. Comienzas a caminar por un valle seco que se va convirtiendo en un cañon en el que las paredes se van haciendo cada vez más y más altas. El cañón se va estrechando por tramos y es muy reseñable que en la parte baja de la pared los ciudadanos de Petra excavaron una especie de canaleta en la que ir recogiendo el agua que bajaba por las paredes, evitando así que se perdiera en los fangos del cañón.

    De repente, sin esperarlo, tus ojos vislumbran El Tesoro, sin duda, una de las joyas de la corona de esta ciudad milenaria excavada en la roca. En esa inmensa plaza rocosa, cientos de personas, camellos, burros y caballos se arremolinan en torno al Tesoro. un lugar que te deja sin palabras.

    Tras las fotos de rigor, seguimos el camino por el cañón, que comienza a abrirse poco a poco hasta un antiguo caudal de río. En las paredes sigue habiendo muchos templos, aunque no están tan bien protegidos del viento y la erosión ha hecho mella en sus paredes de arenisca. Destacar sin embargo, un teatro muy original cuyas gradas fueron labradas sobre la roca.

    Al final del cauce del río, hemos hecho un descanso para comer, antes de proseguir el camino hasta el monasterio, el extremo más alejado de la ciudad de Petra, pero un lugar de obligada visita. Hay muchísimos escalones, pero yo le he cogido un rebufo a un burrito y he subido a un ritmo muy bueno, disfrutando como cuando asciendo montañas en el Pirineo. Arriba la recompensa es indescriptible. Petra es un lugar maravilloso, que hay que visitar antes de morir.

    DieQuito

  • Flotando en el Mar Muerto

    Pasadas las 9 de la mañana, Mr. Moustache y yo hemos cogido a Javier, un chico mexicano con el que voy a compartir el taxi a Madaba, el Monte Nebo, al Mar Muerto y a Wadi Mujib. Desde el primer momento Javier me ha caído de maravilla y hemos estado hablando sin parar desde Ammán hasta la primera parada, en Madaba, que se centra tan solo en la visita de una iglesia que tiene unos mosaicos de alto valor arqueológico.

    A continuación hemos ido al Monte Nebo, un pico de más de 800 metros desde donde se ve el Mar Muerto y que tiene una iglesia restaurada de una forma muy especial. Tan solo por la iglesia ya es una parada obligatoria, aunque las vistas también son geniales.

    El siguiente turno ha sido para el Mar Muerto, el punto sobre la superficie más bajo de la Tierra, -400 metros sobre el nivel del Mar. Este mar interior, diez veces más salado que el resto de los mares del mundo, destaca porque tu cuerpo flota como tres veces más que en el agua de mar normal y corriente. No puedes bañarte en cualquier lugar, tienes que hacerlo en resorts ya que para salir del agua hay que darse tres duchas consecutivas como si se tratara de una central nuclear. La sensación de flotabilidad es inexplicable, cercana a la sensación de la ingravidez del espacio, supongo. Aunque si es cierto que el agua estaba más caliente que una sopa.Tienes que tener especial cuidado para evitar que el agua te entre en la boca y en los ojos, y la piel pica un poco debido al exceso de sal. A mi me ha picado la nuca, probablemente porque la llevo algo irritada/quemada por el sol.

    Después de comer en el resort, la última parada ha sido en el desfiladero de Wadi Mujib en el que solo nos hemos hecho la foto de rigor porque ni a Javier ni a mi nos gusta el barranquismo.

    Una vez hemos regresado a Ammán, ha llegado el momento de visitar el Teatro Romano de Ammán, que tengo justo enfrente del hotel y que ayer decidí reservar para otro día. Está muy bien conservado y también es una visita obligada para todo aquel que visite la capital de Jordania.

    DieQuito