Dubrovnik, la perla del Adriático

Hacia el mediodía, May y yo hemos aterrizado en Dubrovnik, justo cuando una pequeña tormenta dejaba sus últimos chubascos. Poco después, durante el breve trayecto a pie hasta el hotel, un sol mediterráneo nos ha acompañado y, nada más hacer el check in, bañados en sudor, hemos ido a los acantilados que tenemos justo debajo, a catar las aguas del Mar Adriático. Necesitábamos un chapuzón refrescante para poder salir a dar el primer paseo por la ciudad vieja de Dubrovnik.

El recinto amurallado es un verdadero espectáculo y no es de extrañar que los productores de Juego de Tronos escogieran este enclave para filmar una infinidad de capítulos de la serie.

Después de callejear y antes del atardecer, hemos quedado con Nima y Marisa, amigos de Göttingen que están al final de sus vacaciones en Croacia y con los que hemos coincidido por casualidad en esta ciudad medieval.

Hemos cenado unos inmensos platos de cevaci, pollo deshuesado a la brasa, pimientos rojos con aceite de oliva y jugoso calabacín asado, maridados con un buen vino local y unas vistas de excepción. El restaurante se llama Lady Pi Pi porque tiene una curiosa escultura-fuente justo en la entrada. Atesora unas buenas valoraciones en Trip Advisor, pero no permite reserva, así que os recomendamos ir con tiempo, y con el depósito de paciencia lleno hasta los topes.

Por suerte, hemos conseguido una mesa alejada de la parrilla y con una bonita visión del puerto viejo. Para coronar la velada nos hemos acercado hasta la heladería Peppino, que se autoproclama la mejor de la ciudad, y no nos ha defraudado, a pesar de su grandilocuente eslogan de ventas. En concreto, destacamos el sabor Mozart: pistachos, chocolate y mazapán.

El efecto digestivo del helado, la caída de la noche y el cansancio se han aliado y, a pesar del gran ambiente de la ciudad, con el que he experimentado por primera vez una sensación cercana al fin de la pandemia, el sueño ha tomado la iniciativa y ha comenzado a ganarnos la batalla. Llevamos 24 horas fuera de casa, dormitando de malas formas en el aeropuerto y en el avión, y el cuerpo nos pide, sencillamente, cama. Además, mañana el despertador suena muy temprano, porque nos vamos a Bosnia de excursión express. ¡Hasta mañana!

DieQuito

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