
Los atardeceres naranjas generan fascinación en todas las personas que conozco, quizás por ello ayer, la playa de Fort Kochi estaba abarrotada de personas que querían disfrutar de la magnífica vista dirección oeste que ofrecía el cielo durante el ocaso.
En aquella plaza a la que se accede tras bajar por una especie de barranco descuidado, centenares de indios descalzos posaban delante de las cámaras mojándose los pies y sonriéndole a la vida. El cielo estuvo coloreado más de 20 minutos, mientras al fondo en medio de la gran bahía y barco carguero de la flota Shreyas realizaba lentamente la última aproximación al puerto de Cochín. Ante aquella estampa pude imaginarme la de miles de veces que se ha repetido aquella situación durante los últimos cinco siglos. En el siglo XVI los barcos que se acercaban al puerto de Cochín serían galeones, pero las personas que disfrutaban de los crepúsculos naranjas justo desde aquel mismo punto seguro que eran personas con sueños y problemas, que buscaban en las nubes de colores rojizos una forma de evasión y un jarabe de paz para sus preocupaciones.



Eso sí, en pleno 2024, los smartphone si que marcan un punto diferencial con aquellos moradores de Fort Kochi de la época colonial, pero a la vez nos permite poder enseñar este mágico momento a otras personas que se lo perdieron y que no estaban aquel 29 de septiembre de 2024 en la plaza de Fort Kochi a las 18:00 horas de la tarde.
DieQuito
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