• Una ciudad con clase (día 224)

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    Antes de venir a París tenía más o menos una idea forjada en mi cabeza sobre cómo era la ciudad, cómo eran sus gentes y cómo era el día a día. Lo cierto es que tras el fin de semana ya sacó conclusiones y distan poco de las hipótesis.

    En primer lugar me imaginaba una ciudad muy monumental, cargada de historia y edificios antiguos, incluidos los que tienen viviendas. Y sí, la mayoría de edificios tiene ese tono beige que corresponde más a un palacio que a una casa, y ese techo azul oscuro o negro que me recuerda al siglo XIX, a los detectives y al fantasma de la Ópera.

    Sus habitantes. Se nota a la legua que saben de cultura, dónde disfrutar de una buena comida, cómo combinar la ropa y hasta catar los sabores secundarios de un vino. Quizás vengo del país más hortera del mundo, pero la gente de París me ha transmitido que tiene estilo y elegancia.

    El día a día me lo imaginaba lluvioso y eso es exactamente la palabra que resume el clima de la capital de Francia. Lo que todavía no sé es cómo se lanzaron a montar EuroDisney aquí, con la cantidad de precipitaciones anuales que tiene. Supongo que a pesar de las lluvias, la zona más poblada de Europa necesitaba un parque temático de esas condiciones.

    Por último, remarcaría también el ambiente artístico. No me refiero a los museos, sino a todos aquellos bohemios y artistas en ciernes que explotan París en busca de la inspiración artística. Músicos, pintores, escritores, directores de cine… son muchos los que quieren formarse en esta ciudad, por algo será.

    InDieQuito

  • Día de museos (día 223)

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    Hoy a las 9 de la mañana aproximadamente de casa ya salía de casa rumbo a la catedral de Notre Dame. Y eso que anoche me animé y salí de marcha a la zona Bastilla-Le Marais. Debo decir ya que lo menciono que la gente de París es muy amigable y acogedora y que aunque salí solo, pronto me hice colega de un grupo de franceses. Buena música, genial ambiente, precios carísimos.

    A lo que íbamos, a la catedral. El edificio en sí es precioso pero me ha decepcionado un poco la ubicación, con unos enormes jardines delante y una explanada. No sé si son recuerdos modelados con el paso de los años pero en “El jorobado de Notre Dame” la catedral estaba en una maraña de calles estrechas y aparecía de repente como la Fontana di Trevi.

    Este año se cumplen los 850 años de historia del edificio y unos edificios de arquitectura efímera levantados por este motivo me han fastidiado la foto (imagen 1). El interior de la catedral es muy impactante y es especialmente destacable la altura de la nave central.

    Por lo demás, me he dado una vuelta por los alrededores pero la isla me ha parecido muy poco medieval conforme a cómo yo me la esperaba. Me ha sorprendido también el puente de los candados, que tiene tantos que no es posible poner ninguno más…

    Mi siguiente parada ha sido el museo del Orsay, el es que famoso por su colección de pintura impresionista. Acudir a este museo era un sueño desde que lo estudié en bachiller. Van Gogh, Renoir, Sisley, Monet… El museo acumula pinturas de valor incalculable. Si pudiese elegir una me quedaría con “En la Moulin de la Galette” de Renoir, en la que parece que todavía estén bailando.

    El museo me ha abierto el apetito y otro crepé ha sido mi comida. El de hoy estaba relleno de jamón de york, queso, champiñones y huevo ¡Qué delicia!

    Por la tarde el clima ha seguido inestable, con lluvias intermitentes y por ese motivo me he decantado por visitar otro museo, pero esta vez el más importante de la ciudad, el Louvre.

    El museo del Louvre impresiona desde lejos por su forma palaciega y su pirámide de cristal. La pirámide ha generado controversia y algunos la ven como una cicatriz moderna que rompe con el resto de la ciudad. El museo es endemoniadamente grande y me he dispuesto un plan para ver las antigüedades egipcias, seguidas de pinturas francesas de gran formato, la Gioconda (por supuesto), los apartamentos de Napoleon III y la escuela holandesa (pintura). Eso no supone ni un 20 % del museo, pero me ha ocupado cuatro horas y yendo a un ritmo más o menos alegre. Es increíble lo de la Gioconda, la cantidad de gente que hay allí haciéndole fotografías (no me extraña que necesitase un Kit-kat en aquel anuncio). He de decir que está tan sumamente protegida que podría ser un póster y nadie la distinguiría… Es una lástima pero a veces hay que conservar y preservar así las obras de arte.

    Cuando he vuelto a salir al exterior la lluvia ya no era un mojabobos, sino que empapaba de verdad. Así que he considerado que era un excelente momento para tumbarse en casa a descansar y verse una película francesa… de nombre Intocable. Ya la había visto, pero es una genialidad. No dejéis de verla en cuanto tengáis oportunidad.

    InDieQuito

  • Paseo por París (día 222)

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    Lo primero que he hecho nada más aterrizar en la Ciudad de las Luces ha sido irme a visitar la Torre Eiffel. En cuanto he dejado mis pertenencias a buen recaudo  me he ido directo a ver este conocido monumento porque era algo que quería haber hecho desde hace mucho tiempo.

    Para contemplar su grandeza me he bajado en la estación de metro de Trocadero. Al dar la esquina ese edificio neoclásico he podido ver a la Torre rodeada por un alocado mar de turistas. Desde allí arriba se contempla el monumento en todo su esplendor. Se puede llegar a pensar que es un poco feo, pero es porque quizás la ingeniera está por delante de la arquitectura. Aun así, el modernismo y ese ambiente de finales del S.XIX que también representa tienen un sabor muy diferente a todo lo visto anteriormente.

    Tras ir en metro al Arco del Triunfo he comenzado un plácido paseo de unas 2 horas que me ha llevado a lo largo de los campos Eliseos. He podido darme cuenta de que esa avenida es una de las que más vida tiene de todo París. Además de los edificios importantes como el Gran Palacio, con su impresionante cúpula acristalada, la sucesión de tiendas de marca es una constante que se alarga hasta más allá de la Plaza de la Concordia. En concreto, la zona de la Vendome acapara el mayor número de tiendas lujosas por metro cuadrado  que he visto jamás. Dicha plaza debe de ser un lugar de peregrinación para los amantes de los relojes: Hublot, Patek Philippe, Chopard, Panerai, Breitling…

    He dado el paseo por finalizado en La Ópera Garnier, edificio que me ha encantado, y en las Galerias Lafayette, de las que me ha conquistado su enorme cúpula de cristal policromado.

    Se ha hecho la hora de comer y nada más llegar a Montmatre me he comido dos suculentos crepes, uno relleno de quesos fundidos y otro relleno de crema de avellanas. Eso me ha dado energía para subir las escaleras del Sacre Coeur. Desde el final de la escalinata, la vista general de la Ciudad del Amor es una recompensa excepcional.

    Al lado del Sacre Coeur hay temporalmente una feria gastronómica del Perigord y me he dejado caer por allí para complementar la exigua comida. La comida y las recetas parecen estar destinadas a ser sermoneadas en francés porque todos sabemos que no es lo mismo decir Amuse-Bouche que Aperitivo. Por eso este tipo de fiestas pegan muchísimo en Francia. En los puestos se acumulaban delicias como el Foie Gras, los mejores quesos de la región, escargots, confituras con combinaciones más propias de la cocina molecular que de la tradicional, fresas con nata…

    Finalmente, he emprendido mi caminata por Montmatre en le Place du Tertre, que me ha llamado la atención por el número de pintores que acoge. Por lo visto allí se reunían Renoir, Monet, Seurat  y compañía para discutir sobre las últimas tendencias de pintura hace poco más de un siglo. A partir de ahí he bajado por Le Rue Lepic pasando por  tiendas de quesos, asadores, puestos de fruta y pescado… hasta que he llegado al Café Les 2 Moulins, el mítico café de Amelie. Estaba a rebosar pero me he podido tomar un té en su nombre. ¡Qué gran película y mejor personaje! Para terminar he seguido bajando hasta el Moulin Rouge, otro de esos puntos legendarios de París.

    Con el día soleado que he tenido me faltaba algo por ver de París y era su lluvia, que ha venido al final de la tarde, con los últimos rayos, y que ha sido la perfecta excusa para retirarme a descansar. Mi cuerpo lo necesitaba tras apenas haber podido pegar el ojo en el avión. Mañana, al ser domingo, es posible que me acerque por los museos y la Cité de Notre Dame.

    InDieQuito