Detalle de los violinistas.
El Teatro Politécnico acogía esta noche desde las 20:00h y durante dos horas un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador, dirigida por el invitado español Francisco de Gálvez. La sala del teatro es enorme y no calculé muy bien a cuantas personas puede albergar, lo que sí que me quedó claro fue que alberga a personas incómodas debido a sus asientos duros y al mínimo espacio que no permite ni estirar las piernas.
Llegamos con unos veinte minutos de antelación y todavía estaban afinando los instrumentos. Aquel sonido era realmente molesto y me recordaba a una fuerte tormenta con su libre albedrío: un rayo, una nube rugiendo, lluvia fuerte, el viento silbando… Cada uno iba a su ritmo y estoy convencido de que si escuchas eso durante una tarde, te vuelves loco de remate.
Cuando empezó la función todos esos ruidos perniciosos se acoplaron y se convirtieron en un sonido armónico; parecía mentira que todos pudieran coordinarse pero lo conseguían y hacían música de lo más agradable. Por encima de ellos estaba el director de orquesta, que movía la batuta con melodiosos movimientos. Los vaivenes de los violinistas, trompetistas y demás músicos me recordaban a las ondas que forma el viento en un campo de cereal, solo que en vez de ser movidas por Eolos, eran la batuta y el frac los que mandaban. Su dueño era español, Francisco de Gálvez, que mañana vuelve a dar otro concierto aquí en Quito (Iglesia de la Concepción de Chaupicruz). Antes de despedirme quiero destacar el solo de trompeta que nos regaló Fernando Gallegos…debe de ser muy complicado saber que no hay absolutamente nada en ese momento que pueda maquillar o disimular un error.
DieQuito
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