Todos estos días atrás he estado comiendo con confianza en los puestos de comida que nos hemos ido encontrando por ahí. Y resulta que en Krabi, que cenamos en un restaurante, he pasado una noche horrible con mayúsculas. Nada más cenar dimos un paseo hasta la playa y allí empecé a sentirme realmente mal, me puse blanco y a sudar como un animal. Regresé al hotel en un taxi mientras mis amigos se quedaron en la zona de bares. Todos los que me conocen se pueden imaginar lo mal que me debía de sentir para tomar esa decisión tan drástica.
De madrugada, devolví toda la cena y aunque en un primer momento pareció que me había recompuesto casi de manera inmediata, he pasado un día terrible recuperándome primero en la habitación y luego en el lobby del hotel. El atardecer que nos acompañó en el viaje al aeropuerto (imagen 1) ha sido una de las primeras instantáneas del día para mí. En ese momento he salido del hotel porque ya no quedaban más narices.
Apenas he probado bocado hasta el avión de regreso a Bangkok, en donde un pollo con arroz ha hecho las veces de desayuno-comida-cena del día.
Ahora ya estamos otra vez en la capital de Tailandia y me encuentro bastante mejor. El paso de las horas y haberle dado tregua de comida thai a mi estómago han servido para que esté hasta planteándome salir un rato por ahí esta noche. Lo decidiré tras una buena ducha.
InDieQuito
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