La ciudad eterna se ha despertado hoy con un sol de justicia. Roma era la primera parada en mi regreso a India y durante unas horas he callejeado por esta ciudad milenaria.
Ya en el bus autobús he conocido a un guía portugués muy simpático que me ha adelantado que Roma es como un museo al aire libre y que cada rincón está cargado de historia. No exageraba.
Mi primera visita ha sido el Vaticano. La plaza de Bernini te atrapa desde el primer momento y al fondo la Cúpula de San Pedro destaca sobre el conjunto. La basílica tiene unas dimensiones colosales, tanto en anchura como en altura de las naves, y como joya del barroco está decorada hasta el hartazgo. El horror vacui está muy presente en esta maravilla de la arquitectura.
El Baldaquino, en la intersección entre la nave central y la transversal, es, para resumir en una palabra, sublime y en combinación con la majestuosa cúpula vista desde el interior, alcanzan el estatus de divinidad.
Tras la visita a este país que se erige en medio de una ciudad, una peculiaridad que lo hace único, al igual que su nulo índice de natalidad (al menos en las cifras oficiales). He cogido uno de los desvencijados trenes subterráneos de Roma para ir a la Fontana de Trevi.
La Fontana de Trevi está escondida en medio de una maraña de calles y cuando aparece frente a tus ojos te deja atónito. La belleza de las esculturas, la composición y esa sensación de que todo se va a derrumbar encima de ti, como si se tratara de una riada, han conseguido emocionarme. Sin duda, una de las cosas más recomendables que he visitado jamás.
Y por fin, era el turno para una de las siete maravillas del mundo moderno, el Coliseo. Desde la Fontana de Trevi hay un agradable paseo entre las antiguas ruinas del foro y otros vestigios de aquel vasto imperio que convirtió al Mediterráneo en su spa. Además, había un invitado especial e inesperado, un atardecer en tonos naranjas y púrpura que le han dado un cariz mágico al momento, con el santuario de los gladiadores al fondo de la avenida. Una vez allí, el Coliseo no es que me haya parecido gran cosa, salvo una gran obra de ingeniera que combinó altura, forma de elipse y arcos de medio punto. Era lo más esperado y de nuevo una decepción, ¡qué malas son las expectativas! Lo que saco en claro de esta visita relámpago es que a Roma tengo que volver y en un viaje de al menos 5 días. Ha quedado todavía mucha tela por cortar…
Por supuesto he comido porciones de pizza y helado italiano, a pesar de que estamos en enero, el clima me ha acompañado. Mañana, sin embargo, me parece que no tendré muchas ganas de comerme otro en la Plaza Roja…
Rumbo a la capital de Rusia!!!
InDieQuito
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