Esta mañana antes de ir a trabajar, un compañero y yo hemos ido a la desangelada embajada de la República islámica de Pakistán para solicitar nuestro visado de entrada a ese país. Lo sé, estamos locos de remate; sin embargo hay alguna extraña razón que nos incita a visitar ese extraño destino.
Personalmente, quiero ver algo que no esté en absoluto “turistizado”, uno de esos reductos que sobreviven todavía a la imparable globalización que está extendiendo la cultura occidental por todo el mundo.
A primera hora hemos entregado nuestros formularios, pasaportes y certificados de residencia en India, pero resulta que había que rellenar otro formulario con el sello de un notario. Los “notarios” (véase en la imagen 1) se distribuyen alrededor de la acera de la embajada en sus modestos puestos callejeros y armados con su máquina de escribir te compulsan todos aquellos papeles que necesitas.
Después de esta gestión hemos vuelto a la ventanilla y nos han tenido fuera esperando más de media hora (imagen 2), discutiendo acerca de váyase usted a saber qué. Al final nos han hecho pasar a través de un portón sobre el que se arremolinaba la turba, creo yo que como deferencia por el hecho de trabajar en otra institución diplomática.
Dentro nos han comunicado que la cónsul nos quería entrevistar ese mismo momento para preguntarnos acerca de los motivos que nos llevan a Pakistán; ha sido imposible porque se había hecho tarde y debíamos ir al trabajo, así que nos ha citado para el próximo jueves. Seguramente tan solo se querrá asegurar de que nos somos espías ni nada por el estilo. Sin duda, se tratará de un trámite divertido.
De regreso a la Embajada de España hemos sufrido un reventón en la rueda del Ambassador. Ha sido un disgusto sin apenas consecuencias porque además mi amigo tenía los neumáticos pendientes de cambiar, sin embargo eso nos ha retrasado todavía más. Esperemos que al menos haya suerte y que consigamos nuestra visa para ese desconocido país.
InDieQuito
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