He tenido clase esta mañana y me ha tocado teletrabajar sobre el asfalto de la A-2 rumbo a Barcelona, pero hemos llegado con mucho tiempo de sobra a la capital condal e incluso nos ha dado tiempo de tomarnos un vino con mi Borja y Jess antes de ir al aeropuerto.
En la propia terminal ya hemos conocido a muchos españoles que han decidido pasar el puente de la Constitución en Moldavia, atraídos sin duda alguna por los atractivos precios que WizzAir ofrece para esta ruta.
Aunque el vuelo ha salido con algo de retraso, hemos aterrizado a la hora prevista en el aeropuerto internacional de Chisinau y nos han intentado timar a hora puntual, pidiéndonos fortunas por el viaje en taxi hasta la capital moldava. Por suerte, nos hemos aliado con una pareja de barceloneses y hemos compartido gastos.
Ya estamos en el hotel Prestige, un sitio muy céntrico de decoración kitsch e ínfulas de pasados mejores. Las calles de Chisinau estaban desiertas a las 3:30 de la madrugada a pesar de ser fin de semana. Aceras desechas, candiles en lugar de farolas y edificios atizados por el paso de las décadas. Ahora toca descansar que tenemos por delante tres días muy intensos.
DieQuito
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