Con mi flamante nueva bici de Urban Trail bikes
Divyanshu y Gurpreet han sido hoy mis compañeros de pelotón y hemos comenzado más pronto que nunca: alrededor de las 5 y media de la mañana y con apenas un leve color azul en la cúpula celeste ya nos hemos puesto a darle a los pedales. El paseo ha sido rutinario pasando por la India Gate y seguido de las calmadas avenidas de Chanakyapuri. Sin embargo, en ese momento se ha terminado lo cotidiano porque a Divyanshu se le ha ocurrido una brillante idea, y ha sido la de visitar lo que él ha llamado como “historical place of India”.
Con nuestras bicicletas UrbanTrail nos hemos adentrado en el Central Reserve Ridge Forest (Sí! Los que tenéis buena memoria sabéis que en ese ingente bosque me encontré un anfiteatro abandonado hace poco más de un mes). De camino al lugar, toda la carretera estaba atestada de monos, que se han puesto muy nerviosos con nuestra presencia. Cuando pasaba cerca de alguno subido a un árbol siempre me surgía la duda de si me iba a saltar a la cara con su característico grito intermitente. Por fortuna nada de eso ha sucedido. Hemos llegado a lo alto de una colina y Divyanshu nos ha hecho el gesto de silencio y se ha bajado de la bicicleta.
Lo que ha llamado primero mi atención ha sido una gran antena repetidora, que es propiedad de la Agencia Espacial India (imagen 4). Y a partir de ahí… la historia.
– Divyanshu ha comenzado a contarnos que en el fuerte que hay en la colina están viviendo los últimos descendientes de la dinastía de los mogoles. El fuerte está rodeado por una verja y apenas puede distinguirse debido a la tupida vegetación. Gurpreet se ha mostrado muy entusiasmado con la historia, lo que contrastaba con mi cara de desinterés e incredulidad. Poneos en situación. Ambos tienen menos de 20 años y todos hemos tenido cientos de pajaritos en la cabeza. Div ha continuado con leyendas como que si entras al recinto te disparan, que viven en la más absoluta miseria sin agua corriente ni electricidad, que hay perros doberman vigilando e incluso que se suponía que había un desvencijado cartel con los nombres de los príncipes. Nos hemos puesto a buscar ese supuesto cartel alrededor del recinto. Yo, con el mismo ánimo descafeinado que cuando uno finge buscar el permiso de circulación en la guantera ante la atenta mirada del guardia civil aún a sabiendas de que tiene toda la documentación en casa.
Y para mí sorpresa, sí que estaba (imagen 1 y 2) y se podía leer bien claro Princess Wilayat Mahal a pesar de la corrosión. Justo en ese momento, un furioso perro negro ha comenzado a ladrar desde algún sitio detrás de la gran mata de hierbas. Y para más INRI, ha llegado un coche con cuatro hombres hechos y derechos que venían a curiosear la historia de la princesa. Debía de estar volviéndome loco… Nos hemos puesto todos a mirar cuidadosamente y finalmente ha salido una mujer a la que no soy capaz de ponerle edad debido a la lejanía. Iba vestida de blanco, lo que ha permitido que se le viera bien claro, y tras mirar unos instantes ha gritado Iros o enviaré a los perros!
Hemos hecho caso, aunque yo me he ido con la idea de que podía ser una mujer cualquiera, de hecho, una mujer pobre que poco tiene que ver con los de sangre azul. Una mujer pobre que vivía con su perro en un antiguo edificio abandonado. Una mujer más.
Al llegar a casa, me ha picado la curiosidad… Y por lo visto, toda la historia es cierta. Prestigiosos periódicos de India como The Hindu o incluso The Angeles Times le dan toda la credibilidad posible. Por lo visto, los descendientes del último emperador mogol reclamaron este palacio llamado Malcha Mahal al Gobierno de India poniéndose a vivir en el andén de una estación de tren de Nueva Delhi, y los mandatarios cedieron a sus pretensiones a mediados de los ochenta. Regresaron todos a su nueva residencia. En pleno siglo XXI, hermana y hermano, Sakeena y Ali, están todavía viviendo en aquellas ruinas, como si de los príncipes de la miseria se tratase.
InDieQuito
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