• Corredor del Ejecutivo y cresta de la Aguja del Portalet

    Era un día festivo en el que tampoco queríamos darnos una paliza, sobre todo porque el recuerdo del Balaitús estaba muy cercano. Así que cogimos los bártulos y nos fuimos a la frontera francesa para subir el corredor del ejecutivo. Un corredor sencillito en el que poner en práctica las detenciones.

    Después hicimos la cresta de la Aguja del Portalet, que puso a prueba nuestro equilibrio. En el vídeo veréis que a pesar de la cuerda, no era una ruta apta para aquellos que sufren de vértigo. Además, la hicimos en ensamble, así que si uno se cae hacia un lado de la cresta, el otro tiene que saltar hacia el otro lado para compensar. Pura adrenalina.

    Os dejo con el vídeo, que un audiovisual vale más que 1000 palabras.

    Diequito

    DieQuito

  • Pico de los Infiernos (3083 metros)

    Con mucha calma partíamos desde Zaragoza a las 8:30. Se trataba de la última paliza antes del Mont Blanc, a 3 días del comienzo del viaje. Dos horas más tarde ya estábamos en el magnífico rincón que acoge los Baños de Panticosa y nos poníamos a caminar rumbo al Embalse de Bachimaña. Subíamos David, Marcos y yo con demasiada parsimonia; tanta tranquilidad, que incluso llegamos a desconectar. Al llegar al refugio, mis dos compis de aventuras me dijeron que estaban desganados y que no se veían con ganas de subir al tresmil. Al principio me resigne, dimos un paseo de alrededor de una hora por el embalse, comimos y de repente se me encendió una luz de rabia: había venido aquí para subir ese pico.

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    Estaba en la presa del Embalse y el reloj marcaba la 1 del mediodía. Respetando su decisión, les pedí que acataran la mía: iba a subirlo yo solo, lo más rápido que pudiera. Inmediatamente, puse rumbo hacia los Infiernos y al primer hombre que me crucé, le pregunté si era viable o no llegar a la cima. Me miró con cara de extrañado y me dijo que para hacer esa cima la gente empezaba a caminar a las 8 de la mañana. Yo le respondí que esperaba estar a las 3 en la cumbre y que luego tenía tiempo de sobras para bajar ya que el día alarga mucho todavía… Lo último que me dijo fue, haz una cosa, cuando llegues a los Ibones Azules, mira la hora.

    A todo tren, empecé a ascender desnivel y unos 200 metros de desnivel después, unos chicos me animaron diciéndome que a ese ritmo llegaría hasta el collado como mínimo. Subí al primer ibón, luego al segundo, y llaneé hasta la pedrera que da acceso al collado: eran las 2 menos 10 de la tarde. En esa misma pedrera le pregunté a otro montañero, que esta vez me dijo con la certeza del que se conoce bien el terreno que me daba tiempo de sobras de llegar a la cumbre. He de reconocer que en ese momento iba cansado por el ritmo impuesto durante la última hora y mi camiseta estaba empapada.

    En el collado, el reloj marcaba las 2 y 10 y quedaba lo más difícil, el cresteo hasta la cumbre de los Infiernos. Existen varios caminos pero al final uno tiene que ir buscándose la vida para alcanzar la marmolera, con el consiguiente riesgo de quedar enriscado. Tras unas pequeñas trepadas que se antojaban más difíciles de bajar que de subir, tienes una impresionante vista de la marmolera. El trazado serpentea por la parte superior de esta y es un sendero estrecho y accidentado con una impresionante caída que te lleva directa al cementerio: un tobogán de marmol interminable. Este pico, sin ser complicado, no es apto ni para gente con vértigo ni se lo recomendaría a alguien sin experiencia en trepadas y crestas.

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    Cuando terminas la marmolera te queda la parte más complicada, la de subir trepando hasta el primero de los picos del Infierno. Una vez allí, cresteas por encima de la parte de marmolera que se divisa desde el Midi y llegas hasta la cumbre más alta: 3083 metros y las tres de la tarde en mi muñeca.

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    Lo había conseguido, pero estaba terriblemente sediento y hambriento, con leves síntomas de debilidad (frío, tiriteras etc) y dolor de espalda. Bebí abundante líquido y comí bien, fundamental porque había que descender todo ese último tramo tan delicado y luego caminar 10 kms hasta el balneario.

    A las 15:50 comencé a descender con fuerzas renovadas. Con mucho cuidado y tiento, sin dar un paso en falso. Descendí acompañado de unos zaragozanos y la verdad es que en los pasos complicados se agradece tener a alguien cerca por si acaso tienes un resbalón tonto.

    A las 17:00 estábamos por fin en el collado y ahora ya solo quedaba un largo trecho de pedrera, llaneo y sendero. Allí me despedí de ellos y empecé a bajar rápido porque sabía que mis amigos ya debían de estar preguntándose dónde narices me había metido. 1 hora y 10 minutos después, en los que hasta bajé trotando con unos valencianos que me dieron agua fresca, me topé de bruces con Marcos y David, que tenían los dos caras de tarántula. Cariacontecidos, estaban tan preocupados que decidieron empezar a subir para arriba a buscarme. Diez minutos después ya estábamos en el refugio y una hora más tarde en el coche… En la bajada final alcancé al hombre que me había dicho que no me daría tiempo y me preguntó en tono un poco burlón: ¿Qué, ha habido cima en los Infiernos? Y le sorprendí con un, Sí!, hasta arriba! El señor se alegró un montón y me dijo que lo sentía, que a veces hablaba demasiado y le dije que hacía bien en prevenir a la gente, de hecho, su consejo de mirar el reloj en los Ibones azules me pareció de lo más razonable. La montaña esta llena de grandes personas y siempre hay que prestar atención a la voz de la experiencia.

    Os dejo una galería con imágenes del descenso de las trepadas que llevan a la cima.

    DieQuito

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  • Noche con las estrellas


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    Tengo la surrealista teoría de que solo te enamoras de una montaña cuando pasas una noche en su cumbre. Dormir en su cima es el ritual que te vincula eternamente a ese titán de roca que se abre paso con firmeza hacia las altas capas de la atmósfera. Los 3.404 metros de altitud son la carta de presentación del Aneto, un pico separado del mundo racional por el Paso de Mahoma: 50 vertiginosos metros en los que un simple fallo nos lleva inevitablemente a un trágico final.

    Cimaquear era algo que todavía tenía pendiente y no había mejor manera de estrenarse que con el pico más alto de los Pirineos, el Aneto. Con el resto de integrantes del equipo Mont Blanc 2016, a excepción de Alejandro, partimos ayer desde Zaragoza a primera hora de la mañana. A las 11 y cuarto, ya en Senarta, cogimos el autobús de las nubes que nos dejó a cota 2000, en un frondoso bosque de altura que crece en pleno valle de Vallibierna. Así pues, a mediodía comenzábamos la caminata por la ruta de Coronas con una meta en mente: la cumbre del Aneto.

    Hora y media después ya estábamos en los ibones de Coronas, punto a partir del cual el sendero se transforma en una incómoda pedrera que asciende hacia el Collado de Coronas. La última parte antes del collado es una pared casi vertical en la que tienes que hacer pequeñas trepadas. Ya a salvo, al cruzar al otro lado, te topas de bruces con las nieves perpetuas del Aneto y llega el momento de calzarse los crampones. Nuestros relojes ya marcaban las 4 de la tarde.

    Después del glaciar llega la última pedrera y el último problema: El Paso de Mahoma. Para poder pasar la noche en el reino de los cielos es necesario subir con unos 15 kilos de peso a la espalda, no basta con la pragmática mochila de ataque, y cruzar el paso de Mahoma con ese molesto y desequilibrante mamotreto no es algo trivial.

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    Sin sustos ni contratiempos, a las 17:30 llegábamos a la cima y plantamos nuestras tiendas en los dos vivacs cimeros, uno en cada extremo. El Aneto comenzó a portarse de maravilla con una temperatura muy agradable sin nada de viento. Cenamos unos deliciosos huevos de codorniz cortesía de Marcos y el sol comenzó a ponerse en una estampa inolvidable. Entonces el Aneto nos regaló una rareza, un Espectro de Brocken, que no es otra cosa que la sombra del observador proyectada sobre una nube. Pura poesía visual que nos acompañó durante una cena nutritiva. A continuación el cielo se tiñó de purpuras y el sol se convirtió en una guirnalda roja, de esas que iluminan los templos orientales.

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    Después del crepúsculo, unas onzas de chocolates y el partido de Nadal contra Del Potro nos acompañaron hasta que llegó el momento de meterse en el saco. La temperatura ya había bajado como era de esperar, pero el Aneto nos respetó y pasamos una noche cómoda.

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    Hacia las 3 de la madrugada me escapé de la tienda y un frío intenso aplacaba todo el panorama. Se divisaban luces lejanas y el resplandor de la Luna le confería a la cima y a su enorme cruz un aspecto fantasmagórico. Entonces, dos Perseidas cruzaron el firmamento dejando una breve estela de felicidad. Fue un momento íntimo, mientras David, Raúl y Marcos descansaban. Pensé que era muy grande estar en ese preciso momento allí arriba, que era una gran suerte y una calma me invadió por completo. Tanto me relajé que por fin conseguí conciliar el sueño tras 5 horas de insomnio de altitud.

    Tres horas más tarde, los rayos del alba comenzaron a bañar la cima con su calidez y su paz y desayunamos un chocolate caliente, gracias a Raúl. El descenso fue trepidante, especialmente tras superar la pared del collado, que desde arriba tiene una pinta poco halagüeña. En tan solo 2 horas y media estábamos esperando el autobús de Senarta, con los pies metidos en el agua fresca del arroyo.

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    Un viaje de un fin de semana cargado de muchas historias. La aclimatación para el Mont Blanc va por el buen camino. La semana que viene a dormir en la cima del Posets y el día 25 rumbo a Chamonix, en furgoneta, como en las grandes aventuras y viajes memorables. Me despido con una pequeña galería de fotos.

    DieQuito

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  • Yo a lo mío: Midí D´Ossau

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    De todas las cimas pirenaicas, había una que deseaba desde hacía muchos años. Este fin de semana pasado culminé mi objetivo. El Midí D´Ossau destaca por su característica forma escarpada, su pequeño acompañante: el petit Midi, y su dificultad por la vía normal.

    Comenzamos a andar desde el Portalet en torno a las 7:30 de la mañana tras conducir un par de horas desde Zaragoza. Tras una hora y poco de caminata alcanzamos el refugio de Pombie y después ascendimos hasta el col de Souzón tras pasar el caos de bloques, desde el que se accede finalmente a la pared del Midí, que comienza a 2300 metros.

    Allí en la primera chimenea tuve el primer y único susto de toda la ascensión, al resbalarme un metro por una pared repleta de líquenes. Tras superar el paso de grado II+ llegas a un pequeño descansillo que dura pocos minutos antes de la segunda chimenea, relativamente más sencilla de escalar.

    Antes de la tercera chimenea cometimos el error de desviarnos hacia la izquierda y por ello subimos por otra chimenea un poco más expuesta a las caídas, aunque sin percances. Finalmente, la última parte son en torno a unos 200 metros de pedrera. La última parte es un pequeño cresteo para llegar a una cima de unos 30 metros cuadrados. Allí da la sensación de que la montaña se va a desmoronar como una torre de naipes en cualquier momento. Espectaculares las vistas.

    El descenso rapelando fue mucho más tranquilo, aunque al ser domingo nos encontramos varios atascos.

    Tras 12 horas, llegábamos al coche y poníamos rumbo a Zaragoza. Veni, vidi, vinci! El Midí ya está en el currículum.

    DieQuito

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  • Preparación para el Chimborazo: Posets en el día

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    Hay pocos tresmiles que permiten la ascensión en el día. La mayoría requieren una noche en refugio o tienda un poco más cerca de la cima.

    El Posets (3371metros) es uno de los colosos más altos de la península y en la cordillera pirenaica tan solo se hace sombra el mítico Aneto. La ruta normal de ascensión pasa por el refugio Ángel Orús, que está a 2100 metros de altitud, aunque también hay rutas desde el refugio del Viadós, a 1650 metros.

    Alberto y yo salíamos de Zaragoza pasadas las 5 de la mañana, rumbo a Eriste, último pueblo antes del Posets. Alcanzamos el aparcamiento tras 5 kms de pista en mal estado y comenzamos a andar en la cascada de Espigantosa, a 1500 de altitud. 4 horas y 15 minutos más tarde estábamos en la cima del Posets. 1871 metros de desnivel cubiertos con alegría y por auténticas pedreras traicioneras como Canal Fonda y la espalda del Posets.

    Descendimos con tranquilidad aunque sin despistarnos ya que teníamos que regresar a Zaragoza para cenar y descansar. Los 16 kms de caminata y las 9 horas de montaña fueron una buena prueba de cara al Chimborazo 2015. Quedan 25 días para que comience la aventura.

    DieQuito

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