Por la mañana nadie nos queríamos marchar del hotel Senda Koguiwa. Las vacaciones también son para descansar, sino corres el riesgo de regresar a tu ciudad y reincorporarte al puesto de trabajo más cansado de lo que te fuiste. Por ese motivo, después de desayunar nos hemos pasado la mañana en la piscina del hotel. Por la tarde teníamos el vuelo a Medellín, así que teníamos tiempo.
Sin embargo, no hemos podido apurar todo lo que nos gustaría porque teníamos que ir a Santa Marta.
Cuando hemos llegado a la Secretaría General de Salud me han redirigido de forma automática a la clínica del barrio, en donde nos han exigido que nos pusiéramos mascarilla para acceder. Una vez dentro, nadie llevaba mascarilla (nos han debido de ver cara de turistas a Ramón y a mí) El caso es que allí tampoco tenían vacunas y nos hemos tenido que marchar ya hacia el aeropuerto. La sensación es confusa porque el hecho de que nadie tenga la vacuna disponible puede significar dos cosas: o que hay desabastecimiento puntual por un exceso de demanda, o que nadie las compra porque se les caducan ante la baja incidencia. Internet y una búsqueda en Google nos hacen decantarnos por la segunda opción así que hay que mantenerse tranquilos.
El vuelo a Medellín ha sido muy tranquilo y al llegar desde el aeropuerto de Rio Negro tras pasar el largo túnel, hemos visto la ciudad en medio del valle, entre la oscuridad, brillando como un enorme diamante iluminado. Medellín es una ciudad que tenía ganas de visitar, sobre todo después de todas las series y películas publicadas sobre la figura de Pablo Escobar.
Ahora toca descansar que mañana visitaremos a fondo esta ciudad tan mítica como propensa a la mala fama.
DieQuito
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