Hoy a las 9 de la mañana aproximadamente de casa ya salía de casa rumbo a la catedral de Notre Dame. Y eso que anoche me animé y salí de marcha a la zona Bastilla-Le Marais. Debo decir ya que lo menciono que la gente de París es muy amigable y acogedora y que aunque salí solo, pronto me hice colega de un grupo de franceses. Buena música, genial ambiente, precios carísimos.
A lo que íbamos, a la catedral. El edificio en sí es precioso pero me ha decepcionado un poco la ubicación, con unos enormes jardines delante y una explanada. No sé si son recuerdos modelados con el paso de los años pero en “El jorobado de Notre Dame” la catedral estaba en una maraña de calles estrechas y aparecía de repente como la Fontana di Trevi.
Este año se cumplen los 850 años de historia del edificio y unos edificios de arquitectura efímera levantados por este motivo me han fastidiado la foto (imagen 1). El interior de la catedral es muy impactante y es especialmente destacable la altura de la nave central.
Por lo demás, me he dado una vuelta por los alrededores pero la isla me ha parecido muy poco medieval conforme a cómo yo me la esperaba. Me ha sorprendido también el puente de los candados, que tiene tantos que no es posible poner ninguno más…
Mi siguiente parada ha sido el museo del Orsay, el es que famoso por su colección de pintura impresionista. Acudir a este museo era un sueño desde que lo estudié en bachiller. Van Gogh, Renoir, Sisley, Monet… El museo acumula pinturas de valor incalculable. Si pudiese elegir una me quedaría con “En la Moulin de la Galette” de Renoir, en la que parece que todavía estén bailando.
El museo me ha abierto el apetito y otro crepé ha sido mi comida. El de hoy estaba relleno de jamón de york, queso, champiñones y huevo ¡Qué delicia!
Por la tarde el clima ha seguido inestable, con lluvias intermitentes y por ese motivo me he decantado por visitar otro museo, pero esta vez el más importante de la ciudad, el Louvre.
El museo del Louvre impresiona desde lejos por su forma palaciega y su pirámide de cristal. La pirámide ha generado controversia y algunos la ven como una cicatriz moderna que rompe con el resto de la ciudad. El museo es endemoniadamente grande y me he dispuesto un plan para ver las antigüedades egipcias, seguidas de pinturas francesas de gran formato, la Gioconda (por supuesto), los apartamentos de Napoleon III y la escuela holandesa (pintura). Eso no supone ni un 20 % del museo, pero me ha ocupado cuatro horas y yendo a un ritmo más o menos alegre. Es increíble lo de la Gioconda, la cantidad de gente que hay allí haciéndole fotografías (no me extraña que necesitase un Kit-kat en aquel anuncio). He de decir que está tan sumamente protegida que podría ser un póster y nadie la distinguiría… Es una lástima pero a veces hay que conservar y preservar así las obras de arte.
Cuando he vuelto a salir al exterior la lluvia ya no era un mojabobos, sino que empapaba de verdad. Así que he considerado que era un excelente momento para tumbarse en casa a descansar y verse una película francesa… de nombre Intocable. Ya la había visto, pero es una genialidad. No dejéis de verla en cuanto tengáis oportunidad.
InDieQuito
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