Todo termina y hoy ha sido nuestro último día en Quito. ¿Sentimos ya nostalgia? Es muy posible pues ha sido una aventura con emociones fuertes e inolvidables. Con el paso de los años recordaremos estos quince días como algo mítico, por el sabor a Andes, el Cotopaxi escupiendo ceniza y el inmisericorde Chimborazo, por el reencuentro con viejos amigos y por la noche que pasamos en Atlanta, cortesía de Delta Airlines,
Hemos comido con Jorge Castillo y Lorena Racines en el Hasta La Vuelta, Señor un genial restaurante ubicado en el centro histórico de la ciudad y de estilo colonial. El nombre es toda una declaración de intenciones para regresar al país. La carne es una exquisitez. Muy recomendable.
Por la tarde hemos ido a ver una exposición de Jorge Anhalzer, que no se cansa de fotografiar los nevados y los volcanes de Ecuador y después nos hemos perdido por el mercado artesanal de la Mariscal, para comprar souvenirs y detalles que no tengo ni idea de cómo han podido entrar en la maleta.
Ahora estamos en el flamante aeropuerto Mariscal Sucre para volar hacia Atlanta, ciudad en la que pasaremos toda la jornada de mañana, hasta coger nuestro avión rumbo a Europa.
Me despido de ti Ecuador, agradeciendo que me permitieras subir a la cima Veintimilla del Chimborazo, a esos 6280 metros de altitud embriagadora, de merengue nevado y de penitentes apilados. El Chimborazo, que ha sido mi obsesión en los últimos 4 años y que gobierna esta nación desde la cuna incorrupta de los cielos, es protagonista de uno de los momentos más felices de mi vida.
Pero tranquilo Ecuador, que todavía tengo ojitos para otras de tus montañas: Cayambe, Antisana, Sangay… Todas fabulosas, espero volver para subir a sus cumbres y saborear su esencia.
DieQuito
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