El desierto del Thar está situado a unos 40 kms al este de Jaisalmer. Hasta allí nos acercamos ayer primero en un Jeep de los típicos del ejército y luego en un camello. En toda mi vida solo había montado una vez en un animal, y fue en un burro en Benalmádena, Málaga, con lo cual en esta ocasión fue muy excitante sobre todo por la altura del camello y por su exotismo.
El paseo en camello terminaba en una especie de planicie que me recordaba a la sabana africana y tras juguetear un rato en las dunas como críos de guardería y ver el atardecer, cenamos a la orilla del fuego. En ese momento tan mágico tuvo lugar una charla muy existencialista sobre la magnitud del universo, teología y la humanidad. Estuvimos un rato viendo el cielo estrellado, intentando adivinar constelaciones y viendo hasta una docena de estrellas fugaces y finalmente nos dispusimos a dormir al raso.
Algunos sonidos nos perturbaron el débil duermevela, pero si hay que remarcar algo destacable, eso fue el frío helador que caía sobre la llanura alrededor de las 5 de la madrugada. Este hecho me obligó a salir del catre en busca de una manta extra.
Ya con los primeros rayos del alba nos hemos adentrado de nuevo en las dunas para ver un amanecer diferente. La suerte ha estado de nuestro lado y unas nubes puntuales le han dado los tonos rosados y anaranjados que necesita un amanecer que se precie. Las dunas recortando el horizonte han hecho el resto para que nuestra cámara registrase una foto inolvidable.
Esta tarde ponemos rumbo en tren a la ciudad azul, Jodhpur, que cerrará mi ciclo de viajes por el Rajastán después de haber visitado la ciudad rosa, Jaipur, y la ciudad dorada, Jaisalmer, esta misma semana.
InDieQuito
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