• Noche con las estrellas


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    Tengo la surrealista teoría de que solo te enamoras de una montaña cuando pasas una noche en su cumbre. Dormir en su cima es el ritual que te vincula eternamente a ese titán de roca que se abre paso con firmeza hacia las altas capas de la atmósfera. Los 3.404 metros de altitud son la carta de presentación del Aneto, un pico separado del mundo racional por el Paso de Mahoma: 50 vertiginosos metros en los que un simple fallo nos lleva inevitablemente a un trágico final.

    Cimaquear era algo que todavía tenía pendiente y no había mejor manera de estrenarse que con el pico más alto de los Pirineos, el Aneto. Con el resto de integrantes del equipo Mont Blanc 2016, a excepción de Alejandro, partimos ayer desde Zaragoza a primera hora de la mañana. A las 11 y cuarto, ya en Senarta, cogimos el autobús de las nubes que nos dejó a cota 2000, en un frondoso bosque de altura que crece en pleno valle de Vallibierna. Así pues, a mediodía comenzábamos la caminata por la ruta de Coronas con una meta en mente: la cumbre del Aneto.

    Hora y media después ya estábamos en los ibones de Coronas, punto a partir del cual el sendero se transforma en una incómoda pedrera que asciende hacia el Collado de Coronas. La última parte antes del collado es una pared casi vertical en la que tienes que hacer pequeñas trepadas. Ya a salvo, al cruzar al otro lado, te topas de bruces con las nieves perpetuas del Aneto y llega el momento de calzarse los crampones. Nuestros relojes ya marcaban las 4 de la tarde.

    Después del glaciar llega la última pedrera y el último problema: El Paso de Mahoma. Para poder pasar la noche en el reino de los cielos es necesario subir con unos 15 kilos de peso a la espalda, no basta con la pragmática mochila de ataque, y cruzar el paso de Mahoma con ese molesto y desequilibrante mamotreto no es algo trivial.

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    Sin sustos ni contratiempos, a las 17:30 llegábamos a la cima y plantamos nuestras tiendas en los dos vivacs cimeros, uno en cada extremo. El Aneto comenzó a portarse de maravilla con una temperatura muy agradable sin nada de viento. Cenamos unos deliciosos huevos de codorniz cortesía de Marcos y el sol comenzó a ponerse en una estampa inolvidable. Entonces el Aneto nos regaló una rareza, un Espectro de Brocken, que no es otra cosa que la sombra del observador proyectada sobre una nube. Pura poesía visual que nos acompañó durante una cena nutritiva. A continuación el cielo se tiñó de purpuras y el sol se convirtió en una guirnalda roja, de esas que iluminan los templos orientales.

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    Después del crepúsculo, unas onzas de chocolates y el partido de Nadal contra Del Potro nos acompañaron hasta que llegó el momento de meterse en el saco. La temperatura ya había bajado como era de esperar, pero el Aneto nos respetó y pasamos una noche cómoda.

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    Hacia las 3 de la madrugada me escapé de la tienda y un frío intenso aplacaba todo el panorama. Se divisaban luces lejanas y el resplandor de la Luna le confería a la cima y a su enorme cruz un aspecto fantasmagórico. Entonces, dos Perseidas cruzaron el firmamento dejando una breve estela de felicidad. Fue un momento íntimo, mientras David, Raúl y Marcos descansaban. Pensé que era muy grande estar en ese preciso momento allí arriba, que era una gran suerte y una calma me invadió por completo. Tanto me relajé que por fin conseguí conciliar el sueño tras 5 horas de insomnio de altitud.

    Tres horas más tarde, los rayos del alba comenzaron a bañar la cima con su calidez y su paz y desayunamos un chocolate caliente, gracias a Raúl. El descenso fue trepidante, especialmente tras superar la pared del collado, que desde arriba tiene una pinta poco halagüeña. En tan solo 2 horas y media estábamos esperando el autobús de Senarta, con los pies metidos en el agua fresca del arroyo.

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    Un viaje de un fin de semana cargado de muchas historias. La aclimatación para el Mont Blanc va por el buen camino. La semana que viene a dormir en la cima del Posets y el día 25 rumbo a Chamonix, en furgoneta, como en las grandes aventuras y viajes memorables. Me despido con una pequeña galería de fotos.

    DieQuito

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  • Cimaqueando: Aneto

    17.- El Aneto desde el Portillón Superior. 11-8-15.

    Nunca he subido el Aneto. Empieza a ser sonrojante a estas alturas, pero nunca me he aventurado hacia sus faldas. La montaña más alta de los Pirineos siempre aguarda y hoy el equipo Mont Blanc la hemos escogido para cimaquear, para dormir en su cima, a 3400 metros de altitud, y empezar la aclimatación para el Mont Blanc.

    No está mal para comenzar la relación con una montaña. Dormir en su cima puede ser una experiencia religiosa, especialmente cuando lleguen los primeros rayos del alba y tiñan todo el cielo con tonos ocres y rosados.

    Partimos en nada hacia Senarta. Hasta prontoooo!!

    DieQuito

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