Un concierto del Delhi International Arts Festival fue el gancho que nos llevó hasta el Blue Frog anoche. Fuimos a pasar un buen rato y en mi caso también para conocer dicho bar, del que me habían hablado maravillas pero que todavía no había tenido la suerte de visitar.
El Blue Frog está al aire libre, en una especie de patio árabe que le da un sabor diferente y único. Tras cenar en un restaurante dentro del mismo complejo y con los acordes asiáticos como hilo musical, salimos de nuevo a la terraza. En ese momento el concierto terminó y un DJ se puso a los platos para pinchar un refrescante house que acompañaba nuestros sorbos a la luz de la luna.
Entonces pasó algo extraordinario. Eva, Pilar, Manuela, Isra, Pablo y yo, nos colamos en una fiesta que estaba también en el mismo edificio. El lugar exacto era la tienda Evoluzione, un establecimiento de joyas y ropa de diseño.
Allí nos agasajaron a todos con champagne y canapés de todos los tipos (imagen 4): pescado a la mostaza, queso fundido con confitura, pollo tandoori, champiñones rebozados etc. Era curioso porque cuando le pegabas dos traguitos a la copa de cava, ya venía un solícito camarero para llenártela de nuevo hasta el borde. Es de suponer que querían emborracharnos porque por todos es conocido que cuando uno va un poco alegre, se es más susceptible de caer en la vena consumista.
Tras merodear por toda la tienda viendo brazaletes, bolsos, zapatos y vestidos para millonarias llegó el momento álgido de la noche. Cuando uno de los nuestros tiró sin querer un brazalete y el rubí más gordo que he visto en mi vida salió rodando por el suelo embaldosado. Estando sin invitación en la fiesta, sin dinero y medio alegres, a todos se nos pasó por la cabeza que la diversión había terminado…. Sin embargo fueron muy amables y entendieron que se había tratado de un accidente. Las risas tras los nervios del momento no se hicieron esperar.
Una noche de la que no esperaba nada y que no se me va a olvidar jamás.
InDieQuito
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