• La Stuba y la astilla (día 11)

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    En mi primer día tras el trekking, Xavier, su familia y yo hemos alquilado una barca para cruzar el lago de Pokhara rumbo a el templo budista que se alza sobre una colina próxima a la ciudad.

    El sendero hasta el templo es largo, pero una minucia en comparación a las caminatas que me he pegado todos estos días atrás. En el camino hemos conocido a una kira (insecto en nepalí) que emite un agudo sonido, tan potente que parece imposible que un insecto pueda hacer tanto follón.

    Arriba en el templo, hemos dado la ritualista vuelta alrededor, antes de subir hasta el nivel superior en donde están las efigies y los lamas.

    En el descenso nos hemos cruzado con una manada de monos saltando de rama a rama (imagen 3) mientras unos perros salvajes les esperaban abajo, salivando, con la esperanza de que algún simio calculase mal un salto.

    Ya en el regreso, una desgracia. El barquero ha pedido un poco de ayuda y me he puesto a remar con él, con la mala suerte de que a la quinta o sexta remada, me he clavado una astilla en el dedo anular, justo entre la uña y la piel. Cuando hemos desembarcado hemos ido corriendo a una farmacia, pero al farmacéutico casi le ha dado un síncope y más nervioso que yo, solo ha conseguido destrozar la punta de la astilla para hacer aún más ardua la tarea de sacar semejante cuerpo extraño de mi dedo.

    Tras gritar como un descosido, taxi y rumbo al hospital de Pokhara. Centro médico que me ha recordado, por higiene y ambiente, a alguna clínica de Sarajevo que todos hemos visto en películas de guerra y refugiados. El médico, todo un profesional, me ha dicho que no me iban a quitar la uña (mi gran temor) antes incluso de ponerse en faena. Acto seguido, me han tumbado en una mugrienta camilla y me han embadurnado la mano entera en betadine.

    En el techo, una salamandra me miraba como sin entender lo que me estaba sucediendo. Todo muy surrealista. Me han dormido la mano con anestesia local y tras ello, con unas benditas pinzas me han sacado la astilla más grande de la historia, que por lo visto, iba más allá del cutícula de la uña.

    Pasado mañana me volverán a hacer una cura. El médico me ha recetado antibióticos y me ha vacunado con la antitetánica, por si las moscas. Cada país tiene un método de vacunación y él no parecía entender que en España, con la última que te ponen a los 14 años, ya estás vacunado para toda la vida. De hecho, lo consideraba imposible jajajaj. Así que ha decidido tirar de su librillo y pinchar.

    Solo un susto. Así que todos tranquilos.

    InDieQuito