• Viaje nocturno en Alsa

    Un resplandor azul neón emana desde las profundidades del mar. Refulge a tus pies como un rayo cósmico o algo aún más inquietante. En tu sueño, ese color royal tiene una importancia capital. En la realidad, se trata de una luz que perimetra el pasillo central, enfilando hacia la parte delantera del autobús. Color corporativo. Viajas con Alsa.

    Te remueves en tu asiento, a modo de protesta por este despertar no planeado, y tus sentidos se activan en fases sucesivas.

    Sientes la vibración del motor de combustión en tus tobillos; inhalas el perfume de pachulí y ámbar de la cincuentona que duerme plácidamente en la fila situada justo delante de ti, ajena al impertinente refulgir azulado; escuchas el rechinar rítmico que produce la fricción del cristal de la ventana en cada imperfección del asfalto; tu lengua percibe un sabor a siesta prolongada y, cuando abres el ojo derecho, ves a un jovencísimo Pierce Brosnan conduciendo un todoterreno en plena naturaleza. La película ya tiene años.

    Con actitud despreocupada, realizas un reconocimiento visual de los viajeros de tu área de influencia. Todos nadan en el sueño azul. Muchos tienen la mascarilla por las rodillas. En cambio, la cincuentona de perfume intenso la lleva perfectamente colocada gracias a un método innovador: la goma está enroscada en la patilla de las gafas. Debería patentar el sistema. Te va a costar volver a coger el sueño…

    El turista sentado un par de filas más atrás empieza a roncar sin motivo aparente, y la endeble mascarilla quirúrgica no amortigua sus bufidos. El conductor pisa levemente la línea sonora del arcén y rezas porque la noche previa haya dormido las ocho horas que recetan los profesionales de la medicina.

    El televisor continúa con Pierce Brosnan, aunque nadie atiende al largometraje en estas horas intempestivas. La reconoces, es Un pueblo llamado Dante´s Peak. Americanada. En el lado contiguo de asientos, un niño rompe a llorar amargamente. Quiere teta y solo sabe pedirla con el llanto. La entregada madre amamanta sin más preámbulo: conoce bien esos sollozos y la experiencia es ya un grado. Se queda dormida, exhausta, mientras el niño sigue con su ración de medianoche.

    Alsa es un universo de personas de todo tipo y condición, ideal como muestra para unos encuestadores, que durante unas horas comparten destino y se ponen en las manos de un chófer con miles de horas en la carretera.

    Por suerte, dispones de un antifaz que te dieron en el avión rumbo a Barajas y puedes proteger tu retina del azul corporativo. Confianza plena en el conductor. Duermes hasta el final del trayecto. Dulce final para una semana en Croacia.

    DieQuito