Viajando se te presentan numerosas oportunidades y hoy el día ha comenzando de la mejor manera. Tras deambular por el duty free he montado en el avión emocionado y con ganas de hacer kilómetros. Mi mochila ha pesado solo 7 kilos, con lo que me he adaptado perfectamente a la normativa de equipajes de Pegasus.
El vuelo ha sido muy tranquilo y lo he amenizado leyendo. Hemos aterrizado en el lado asiático de Estambúl bajo un crepúsculo plomizo y el sol despidiéndose por el oeste. La ciudad destacaba iluminada por el fulgor de las farolas, mientras que el mar era una masa grisácea, como una balsa de mercurio, que se iba oscureciendo poco a poco.
El aeropuerto de Sabiha Gokhen está al este del Cuerno de Oro y en su zona de compras he visto un sinfín de postales, dulces y souvenirs de una ciudad en la que todavía no he tenido la posibilidad de pasar unas vacaciones. Sé que tarde o temprano caerá.
Una hora después de aterrizar ha aparecido por fin David, que venía desde Atenas. Ha sido una emoción intensa, al menos por mi parte y nos hemos puesto a hablar como locos, porque aunque hemos estado en contacto permanente por las redes sociales a lo largo de estos 4 últimos años, un cara a cara es siempre más auténtico.
Ahora vamos a montar ya en el avión rumbo a Teheran. Persia nos espera tras 3 horas de avión. Él ya se conoce el terreno así que el aterrizaje será un poco menos brusco.
DieQuito
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