La última peripecia (día 221)

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Ya estoy en el aeropuerto de Bahrein, pero antes de salir de la terminal quiero comentar la última peripecia que me sucedió en India.

Anoche, después de entrar al aeropuerto de Nueva Delhi, después de facturar mi maletón en Gulf Air, cuando ya casi nada podía fallar, me topé con el control de seguridad…

Allí entregué mi pasaporte en vigor, mi tarjeta de embarque y el formulario de inmigración, uno que hay que rellenar cada vez que abandonas  India y que los guardias utilizan para limpiarse el culo porque no tiene ninguna otra utilidad conocida.

Yo estaba tranquilo aunque con la mosca detrás de la oreja porque en aquel país todo es posible. De repente, el guardía me sacó de mi sopor solicitándome el papel oficial del visado, el que me dio el FRRO en diciembre del año pasado. Yo tragué saliva y confesé que lo tenía en la otra maleta (en la que había facturado), pero que de cualquier manera, mi visado estaba estampado en el pasaporte con la fecha vigente y todo en perfecto estado. Al guardia le dio igual, ni siquiera me escuchó, se levantó y se fue a hablar con un superior.

Volvió con su firme decisión de que me fuese a reclamar a mi aerolínea. Pretendía que rescatasen la maleta que llevaba más de media hora por las cintas del vasto aeropuerto Indira Gandhi para entregar el puñetero documento… Camino del muelle de Gulf Air, resignado y con miedo a que le problema se complicase de verdad, pasé por delante del control de seguridad para diplomáticos. Levanté la ceja y miré hacia atrás como un niño travieso. El enjuto guardia estaba ahora comiéndole la moral a otro señor, en esta ocasión compatriota. Me acerqué con paso firme al mostrador para pasaportes azules y le entregué mi documentación sin titubear. Tener una cara dura como el mármol es útil en estos casos de extrema necesidad, os lo aseguro.

A los pocos segundos me dijeron que no era diplomático pero yo insistí alegando que trabajaba en la Embajada de España. A regañadientes continuó con la gestión y me volvieron a solicitar el dichoso visado… Tras mis alegatos, el propio guardia, a pesar de su condición de indio, comprendió rápidamente que ir en busca de esa maleta era un imposible. Hizo la vista gorda y me dejó pasar. De todas maneras, hasta que no despegamos, no me quede tranquilo, porque estoy convencido de que el guardia enjuto todavía estará esperando a que acuda con mi visado en la mano y cara de sofoco.

Ahora me río de la situación. Ya relajado y desayunado en Bahrein, dentro de nada me voy a recorrer este país de punta a punta. Su diminuto tamaño permite que ese dicho sea fácilmente realizable.

InDieQuito

Imagen: diariosur

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