Hoy hemos tenido el viaje más largo. Más de 5 horas de coche por carreteras iraníes, adentrándonos en zona de camellos y con unas imponentes y abruptas montañas rojizas que han estado toda la mañana acercándose desde el horizonte.
Después de comer hemos alcanzado por fin dichas montañas, que me han recordado a las fotos que nos van enviando de vez en cuando el Opportunity y el Curiosity desde las llanuras marcianas. Una especie de Monument Valley iraní que no es conocido precisamente por eso, por estar en este país.
Ya por la tarde tarde hemos llegado a nuestro destino, la ciudad fantasma de Kharanaq. Temíamos que fuera un engañabobos y que nuestras expectativas lo echaran todo a perder, pero nada más empezar a caminar por sus calles de adobe, solos y con el sol despidiendo la jornada, nos hemos dado cuenta de que es uno de los lugares más interesantes de Irán, ¡y no muy conocido!
Al parecer, los habitantes de esta ciudad debieron de tener algún problema en sus edificaciones. Ningún lugareño lo sabe a ciencia cierta, pero lo que si saben es que todo el poblado se trasladó a la llanura contigua, abandonando edificios milenarios y de gran interés. Quizás tuvieron algún problema de dolinas, alguna epidemia o huyeron de laguna maldición. Sea lo que fuere, hoy las milenarias calles de Kharanaq esperan al intrépido turista al que le regalan atardeceres en completa soledad y rincones con mucho encanto a pesar del estado de ruina.
Después del crepúsculo, hemos viajado hasta Yadz en medio de la noche, nuestro último destino. Hemos salido a cenar y de camino hemos visto iluminada la impresionante mezquita de Yadz iluminada con un azul zafiro, y la plaza del Amir Chkhmaq Complex, en donde estaba teniendo lugar la Mahe Moharam, una procesión religiosa muy llamativa. Los rincones de Yadz por la noche ya nos han adelantado lo que mañana vamos a poder ver a plena luz del día: pura medina.
DieQuito
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