Antes de partir desde Kashan, hemos visitado la antigua mezquita, que es ahora una escuela coránica, y también los jardines de Fin, sin ser estos monumentos ninguna maravilla he conseguido por lo menos sacar un par de fotos muy buenas a unas señoras que se estaban lavando en unos de los rincones del garden.
El viaje a Isfahan ha trascurrido por territorios llamativamente más inhóspitos que los que pudimos ver ayer pasando por Qom hasta alcanzar Kashan. Las llanuras de esta mañana se extendían hacia el infinito, gobernadas por la aridez y una visión apocalíptica de las lejanas montañas.
En Isfahan nos hemos pasado toda la tarde en su monumental plaza y hemos entrado tanto a la Mezquita del Imam Jomeini como a la del Sheikh Lotfollah, con su impresionante cúpula, que estaba reservada únicamente para la realeza y tiene más de 500 años de antigüedad. Por otro lado, en la mezquita del Imam las cúpulas tienen una forma geométrica tan perfecta que si te colocas justamente en su centro puedes escuchar el eco de tus susurros y la reverberación de tus palmadas. Cuando estas en medio de su explanada, rodeado por las cúpulas y los minaretes, con sus cuidados azulejos e incripciones, tienes la sensación de estar en otra época.
Hay que decir que si bien de día la plaza central me ha parecido bonita, por la noche se ha convertido en una obra de arte por la tremenda iluminación de los monumentos y la quietud que reina en todo el entorno, solo quebrada por el sonido acuático de las fuentes centrales. Cuando han apagado dichas fuentes hemos podido hacer unas fotos espectaculares de dichos monumentos reflejados en la superficie del agua.
Para terminar hemos cenado en un restaurante tradicional un delicioso Dolmeh, que es una berenjena rellena de nueces, salsas y acompañada de unas bolas vegetales de un sabor muy intenso. No hemos conseguido saber a qué nos recordaba su sabor, pero estaban muy buenas.
Mañana nos vamos hacia el desierto, si es que no estamos todavía allí.
DieQuito
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