A Mustafa no le interesa lo que escribo…
La dura noticia de primera hora de la mañana nos ha dejado un poco desanimados pero hemos cogido los bártulos sin rechistar más de lo debido y hemos puesto rumbo hacia la cordillera del Alto Atlas.
Si eres un amante de las montañas, nada más salir de la zona urbana de Marrakech tus ojos se quedan irremediablemente clavados en los colosos nevados que ya se vislumbraban desde la Plaza Jama Fna (imagen 1)
Nuestro vehículo ha sido un Mercedes con medio millón de kilómetros en un marcador que estaba detenido por el paso del tiempo, así que solo Alá sabe cuántos kilómetros tiene. Lo que no le quita nadie son las 3 décadas de antigüedad. Para que os hagáis una idea es el típico coche que aparece en las películas de espionaje o guerra en países de Oriente próximo, surcando el desierto mientras transporta a un corrupto mandatario. De fondo sonaba música árabe, que me ha recordado de forma sorprendente a la música nepalí que me acompañó en mi periplo himalayista; espero que no sea un mal presagio ya que aquella expedición se trunco por el mal tiempo y casi termina en accidente.
Los adelantamientos que ha realizado nuestro mudo conductor no me han sorprendido porque después de lo que pude ver en India, todos son más prudentes en comparación. Pocos kilómetros más tarde la carretera se ha enrevesado y el chofer ya ha decidido dejar de jugarse el pellejo, no sé si porque como digo, tienen más cuidado al volante o por la cara de susto de Alberto.
Tras un par de horas de coche hemos llegado a Im-lil (1700 metros) y hemos conocido por fin a nuestro guía de montaña, Hamid, que nos ha recibido con una amplia sonrisa, transmitiendo un magnetismo sorprendente. Nos ha invitado a un té en su modesta morada y, sin más esperas y presos por la impaciencia, hemos dejado nuestras mochilas allí mismo y nos hemos ido a dar un paseo con él, un paseo que se ha terminando convirtiendo en un ascenso al Tasserimoute, un pico de 2500 metros de altitud en el que hemos pisado los primeros neveros de nieve. El motivo de este cambio de planes ha sido, en palabras de Hamid, “porque nos ha visto bien”. Hamid es un hombre tranquilo, visiblemente en forma y con nociones de español. Un guía que, a priori, se antoja muy adecuado (imagen 2)
Desde la cima de Tasserimoute hemos visto por primera vez el Toubkal (imagen 4), nuestro objetivo final y allí mismo, en una arista con este precioso panorama delante de nuestros atónitos ojos, nos hemos puesto a comer en manga corta. A 2500 metros! Bienvenido a Marruecos!
Antes de que cayera la tarde hemos bajado lentamente hasta el poblado bereber de M´Zik, a 1800 metros (imagen 5), mientras Hamid amenizaba el descenso canturreando en árabe. El pueblo me recuerda a Devaprayag, porque está colgado en la montaña y sus callejuelas estrechas y escalonadas. Descansaremos aquí esta noche. De momento nos hemos relajado, hemos degustado nutritivos dátiles y he estado leyendo un rato a Lionel Terray, todo un filósofo de la montaña.
DieQuito
Nota: artículo escrito en mi diario de viaje, aunque publicado en la web una semana después.
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